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14 nov. 2008

Cómo no perder el sentido de justicia Por Daniel Salas

Esta es una breve intervención en un periodo de tiempo en el que había prometido no bloguear. Hago una excepción a mi promesa porque el tema es demasiado importante.

Me refiero a un post de Martín Tanaka sobre el proyecto de indultos y amnistías a los militares procesados por derechos humanos y con el que no puedo estar más en desacuerdo. Mi cuestionamiento a las ideas de Martín se enfocan especialmente en el segundo párrafo de su artículo. Veamos:

De un lado se dice que no se quiere exonerar de responsabilidad a quienes
violaron los derechos humanos o cometieron delitos; del otro lado, se dice
que se comparte la preocupación por juicios excesivamente largos a miembros
de las Fuerzas Armadas. Si es así, ¿por qué tanta controversia?

El problema con el análisis de Martín es que supone la buena voluntad de ambos actores, como si cada una de las partes representara una honesta aspiración al bien y la discrepancia se debiera a diferentes maneras de ver la justicia. Si cada parte busca el bien, en efecto, no debería haber tanta controversia.

Como es obvio, ello no es así. No se puede decir seriamente que los que defienden a los militares lo hagan por razones de justicia. La corrupción de nuestro sistema político es demasiado palpable como para pretender hacerla a un lado en este tipo de enjuiciamientos.

Suelo apreciar los análisis de Martín Tanaka. Desafortunadamente, reconozco que en sus últimos artículos pretende mostrar una objetividad que, a la larga, puede abrir paso a posiciones amorales, como si el estudio del ser fuera independiente del deber ser.

En un anterior post, Martín presentaba el triunfo de Barack Obama como fruto de una casualidad. Es posible, pero tal vez sea trivial, ya que habría que decir qué presidente de los Estados Unidos no ha sido elegido como resultado de una serie de factores azarosos. Habría que decir también qué gran hecho social no es consecuencia de estas mismas causas que, finalmente, no pueden ser enteramente atribuidas a la voluntad de un sujeto.

Me parece que no basta describir las cosas como son. Tenemos también la obligación de imaginar cómo deben ser. “Yes we can” (“Sí se puede”) el lema de la campaña de Obama justamente se refiere a ese gran espacio de la imaginación que debemos rescatar si queremos el cambio. Pensar en lo que puede ser es la diferencia entre vivir bajo el imperio del azar, en donde todo es lo mismo, o en el de la voluntad, en donde podemos proyectarnos metas. Decir que Obama ha ganado por azar es negar la capacidad que tiene la profecía de hacer que los sueños se cumplan.

¿Qué país queremos? Esa es la pregunta que el análisis de Martín no me responde. Su artículo inserta a la justicia en el campo de la negociación política, como si los resultados que podemos esperar de ella pudieran ser constreñidos al cálculo de fuerzas en conflicto. Peor aun, supone que el Perú es un espacio de actores políticos libres y honestos que comparten una misma idea del bien. Las evidencias me muestran un panorama contrario, un panorama de crisis. Y en tiempos de crisis, tiempos en los que las cosas como son ya no funcionan, lo que corresponde es recurrir con mayor urgencia a la imaginación.

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