Peruanos viajando y aprovechando Por Susana Frisancho
Muchos peruanos -y quizá muchos latinoamericanos- hemos aprendido en nuestro proceso de socialización que es algo así como una "obligación" el hacernos favores unos a otros, aun cuando se trate de favores que resultan incómodos o que colindan con el abuso.
He vuelto recientemente de un viaje que me ha hecho recordar la época en que estudiaba el doctorado en la ciudad de New York. En aquella época yo vivía en un departamento relativamente pequeño que compartía con otras dos personas, estudiantes también en mi misma universidad. El asunto es que durante los 4 años en que estudié allá recibí un sinnumero de pedidos de alojamiento, no solo de amigos cercanos, a los que por supuesto recibí siempre con mucha alegría (aunque eso costaba ciertas negociaciones con los otros inquilinos del departamento), sino tambien de personas lejanas (que en Lima nunca se habían dignado siquiera saludarme), o incluso desconocidas para mi. Por mi naturaleza yo siempre traté de responder a estas solicitudes y no recuerdo haberle negado alojamiento a nadie que me lo pidió, aunque ahora a la distancia evaluo qué tanto de esos pedidos merecian realmente ser atendidas... El asunto está, creo, en que es parte de nuestra idiosincrasia el asumir como natural o normal ciertas prácticas que no son tan naturales ni normales en otros contextos, y perder de vista en el camino las mínimas leyes de respeto por el otro, de privacidad y de reconocimeinto mutuo. Parece que para mucha gente el hecho de que todos seamos peruanos crea automaticamente algun tipo de relación y algún derecho especial debido al cual una negativa de alojamiento, un no te conozco lo suficiente como para hacerte un favor así (por ejemplo) es tomado como una afrenta insostenible, una agresión inusitada y una intolerable malcriadez. La verdad es que muy pocos se atreven a decirlo.
Yo he tenido de todo, y he sabido de fuentes directísimas de otros casos parecidos. Los cuento a continuación:
1) Tuve el que me dijo que lo recibiera por una semana, pero luego se emocionó con la ciudad y cambió su pasaje para un mes después, sin avisarme! Se quedó en mi casa todo ese tiempo
2) La que ponía su ropa sucia en el tacho de la ropa de la casa, para que alguien se la lavara
3) El que salía a comprar el pan, el quesito y el jamón solo para él, y lo comía en nuestra mesa -ocupándola toda y no dejándonos tomar desayuno al resto- sin invitar
4) El que se le acabó la plata a medio viaje, por exceso de compradera, y pedía prestado para comer y seguir comprando (y se molestaba terriblemente cuando se le negaba el préstamo)
5) El que pedía alojamiento para él y se aparecía con un amigo
6) El que a pesar de haber estado viviendo gratis practicamente, comiendo en mi casa y todo, se negó a llevarme un paquetito a Lima por falta de espacio en la maleta
7) Los que quieren conversar en exceso y socializar, sin darse cuenta de que ellos están de vacaciones pero uno no
8) El que se metia al baño en hora punta, cuando todos debíamos salir a clases, y se demoraba todo el tiempo del mundo (por su culpa y para mi vergüenza, mi compañera de casa tenía que lavarse el pelo en el caño de la cocina!)
9) Los que cogían cosas de la casa o de alguna persona del departamento para llevarlas a sus cuartos, sin ningún permiso
10) Los que uno recibe como un favor o por una supuesta amistad pero utilizan la casa como un hotel, entran y salen a su antojo sin consideración alguna, no conversan con el dueño de casa, no retribuyen la hospitalidad ofrecida y al final preguntan cuánto deben...
11) Y este sí es el colmo: el "amigo" que se fué robando algún dinero y ciertos objetos de la casa
Por supuesto que siempre existe el alojado amable y cortés al que es un honor y un placer tener en casa (también me han tocado, felizmente...). Pero lo que cuento creo yo que no son casos excepcionales, y a veces pueden llegar a ser la regla. La cultura del abuso está presente muchas veces entre aquellos que quieren viajar sin tener los recursos suficientes para hacerlo, o a quienes no les importa usar al otro con tal de conseguir sus fines.
He vuelto recientemente de un viaje que me ha hecho recordar la época en que estudiaba el doctorado en la ciudad de New York. En aquella época yo vivía en un departamento relativamente pequeño que compartía con otras dos personas, estudiantes también en mi misma universidad. El asunto es que durante los 4 años en que estudié allá recibí un sinnumero de pedidos de alojamiento, no solo de amigos cercanos, a los que por supuesto recibí siempre con mucha alegría (aunque eso costaba ciertas negociaciones con los otros inquilinos del departamento), sino tambien de personas lejanas (que en Lima nunca se habían dignado siquiera saludarme), o incluso desconocidas para mi. Por mi naturaleza yo siempre traté de responder a estas solicitudes y no recuerdo haberle negado alojamiento a nadie que me lo pidió, aunque ahora a la distancia evaluo qué tanto de esos pedidos merecian realmente ser atendidas... El asunto está, creo, en que es parte de nuestra idiosincrasia el asumir como natural o normal ciertas prácticas que no son tan naturales ni normales en otros contextos, y perder de vista en el camino las mínimas leyes de respeto por el otro, de privacidad y de reconocimeinto mutuo. Parece que para mucha gente el hecho de que todos seamos peruanos crea automaticamente algun tipo de relación y algún derecho especial debido al cual una negativa de alojamiento, un no te conozco lo suficiente como para hacerte un favor así (por ejemplo) es tomado como una afrenta insostenible, una agresión inusitada y una intolerable malcriadez. La verdad es que muy pocos se atreven a decirlo.
Yo he tenido de todo, y he sabido de fuentes directísimas de otros casos parecidos. Los cuento a continuación:
1) Tuve el que me dijo que lo recibiera por una semana, pero luego se emocionó con la ciudad y cambió su pasaje para un mes después, sin avisarme! Se quedó en mi casa todo ese tiempo
2) La que ponía su ropa sucia en el tacho de la ropa de la casa, para que alguien se la lavara
3) El que salía a comprar el pan, el quesito y el jamón solo para él, y lo comía en nuestra mesa -ocupándola toda y no dejándonos tomar desayuno al resto- sin invitar
4) El que se le acabó la plata a medio viaje, por exceso de compradera, y pedía prestado para comer y seguir comprando (y se molestaba terriblemente cuando se le negaba el préstamo)
5) El que pedía alojamiento para él y se aparecía con un amigo
6) El que a pesar de haber estado viviendo gratis practicamente, comiendo en mi casa y todo, se negó a llevarme un paquetito a Lima por falta de espacio en la maleta
7) Los que quieren conversar en exceso y socializar, sin darse cuenta de que ellos están de vacaciones pero uno no
8) El que se metia al baño en hora punta, cuando todos debíamos salir a clases, y se demoraba todo el tiempo del mundo (por su culpa y para mi vergüenza, mi compañera de casa tenía que lavarse el pelo en el caño de la cocina!)
9) Los que cogían cosas de la casa o de alguna persona del departamento para llevarlas a sus cuartos, sin ningún permiso
10) Los que uno recibe como un favor o por una supuesta amistad pero utilizan la casa como un hotel, entran y salen a su antojo sin consideración alguna, no conversan con el dueño de casa, no retribuyen la hospitalidad ofrecida y al final preguntan cuánto deben...
11) Y este sí es el colmo: el "amigo" que se fué robando algún dinero y ciertos objetos de la casa
Por supuesto que siempre existe el alojado amable y cortés al que es un honor y un placer tener en casa (también me han tocado, felizmente...). Pero lo que cuento creo yo que no son casos excepcionales, y a veces pueden llegar a ser la regla. La cultura del abuso está presente muchas veces entre aquellos que quieren viajar sin tener los recursos suficientes para hacerlo, o a quienes no les importa usar al otro con tal de conseguir sus fines.
Etiquetas: Abuso, Peruanos en el Extranjero, Viajes
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