¿Salva vidas la pena de muerte? Por Silvio Rendon
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Los abogados como Quiroga y Avendaño suelen argüir que no disuade, pero nunca dan argumentos y citan estudios para apoyarse sin precisar nombres, mientras que los economistas son mucho más claros al respecto. Economistas destacados como Gary Becker (Premio Nobel de Economía), Gordon Tullock (U. George Mason, candidato varias veces al Nobel de Economía, padre de la escuela del Public Choice junto al también Nobel de Economía James Buchanan) e Isaac Ehrlich (U. de Buffalo) han demostrado que el crimen siempre tiene cierta racionalidad y que las penas duras sí disuaden. Y mientras más severas, más disuaden. Ehrlich llegó empíricamente (1973) a la conclusión de que por cada ejecutado se salvaban siete vidas (hay quienes elevan esa cifra a 50 vidas), dado que otros tantos abandonaban la idea de cometer el mismo crimen. Y Tullock abordó a fondo el tema criminal y su disuasión en su seminal Does punishment deter crime? (1974). Es más, estoy convencido de que si se ejecutaba con debido proceso a varios terroristas a comienzos de los 80, no hubiéramos tenido miles de muertos posteriormente. En fin, hay mejores argumentos que el fascismo de cocina de Lourdes Alcorta de que mato porque tengo rabia y me da la gana. Aldo Mariátegui. La columna del directorEs todo un aporte que el señor Mariátegui lleve el debate a buscar la evidencia sobre los efectos la pena de muerte en la sociedad, que diga que los economistas somos mucho más claros y que califique de "fascismo de cocina" a las posiciones de Lourdes Alcorta. Sin embargo, es demasiado aventurado asegurar que estas investigaciones, de hace treinta años ya, hayan demostrado algo en lo que nos tengamos que quedar. El debate ha continuado, hay crítica a lo que se ha hecho antes, se sigue debatiendo el tema, y sobre todo hay más investigación al respecto. El tema no queda zanjado en lo que se dijo hace tres décadas. Un trabajo interesante sobre este tema (recomendado de taquito por mi colega Nuno Garoupa) es:
Uses and Abuses of Empirical Evidence in the Death Penalty DebateO sea que nada que ver eso de "han demostrado"...
Does the death penalty save lives? A surge of recent interest in this question has yielded a series of papers purporting to show robust and precise estimates of a substantial deterrent effect of capital punishment. We assess the various approaches that have been used in this literature, testing the robustness of these inferences. Specifically, we start by assessing the time series evidence, comparing the history of executions and homicides in the United States and Canada, and within the United States, between executing and non-executing states. We analyze the effects of the judicial experiments provided by the Furman and Gregg decisions and assess the relationship between execution and homicide rates in state panel data since 1934. We then revisit the existing instrumental variables approaches and assess two recent state-specific execution morartoria. In each case we find that previous inferences of large deterrent effects based upon specific examples, functional forms, control variables, comparison groups, or IV strategies are extremely fragile and even small changes in the specifications yield dramatically different results. The fundamental difficulty is that the death penalty -- at least as it has been implemented in the United States -- is applied so rarely that the number of homicides that it can plausibly have caused or deterred cannot be reliably disentangled from the large year-to-year changes in the homicide rate caused by other factors. As such, short samples and particular specifications may yield large but spurious correlations. We conclude that existing estimates appear to reflect a small and unrepresentative sample of the estimates that arise from alternative approaches. Sampling from the broader universe of plausible approaches suggests not just "reasonable doubt" about whether there is any deterrent effect of the death penalty, but profound uncertainty -- even about its sign.
Etiquetas: Economía
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