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26 may. 2007

Modelos femeninos Por Daniel Salas


Leo en el blog de Rocío Silva Santisteban una columna titulada “Los escritores y sus estereotipadas musas” . La tesis central es un gran número de escritores hombres, desde Jorge Luis Borges hasta Sergio Galarza, pasando por Cortázar y García Márquez, no han sabido representar a las mujeres porque sus personajes no poseen densidad propia, sino que son más bien estereotipos, a saber, la mujer evasiva, la mujer malvada, la prostituta, la madre, etc.

El error de esta crítica es demasiado grueso y lo señalo porque, a pesar de todo, puede inducir a una confusión, especialmente entre los jóvenes estudiantes de literatura. Esta confusión consiste en no distinguir entre estereotipo y arquetipo. El problema con los argumentos de Rocío Silva Santisteban está cifrado en estas líneas:

“En la extensa producción cuentística borgeana hay pocas mujeres y, por cierto, las que centran la atención del maestro argentino no están constituidas por, lo que se diría, una textura femenina profunda. Emma Zunz, por ejemplo, es una máquina de venganza, cuya laboriosidad y exactitud para cumplir con sus propósitos, resalta por su exceso de frialdad; en La Intrusa, la mujer que causa el rencor de los hermanos Nielsen, prácticamente aparece como pretexto para desarrollar la trama, y no tiene ni cuerpo, ni textura, ni vida propia: es sólo un estorbo entre la maravillosa vida homosocial de los vaqueros; y en El Aleph, el recuerdo de Beatriz Viterbo, génesis del extraordinario descubrimiento, se apaga de inmediato para dar paso a las rivalidades entre Borges y Carlos Argentino Daneri.”

Espero que sea evidente que esta es una limtada observación. Estereotipo y arquetipo no son lo mismo, se trata de dos formas de representación muy diferentes. Si yo represento a todos los argentinos como soberbios, esa es una versión estereotipada de los argentinos. Si cada vez que me refiero de hombre andino lo hago aparecer como mendaz, oscuro y de costumbres incivilizadas, estoy recurriendo a un estereotipo abiertamente racista. Pero eso es muy distinto de representar a los personajes recurriendo a modelos humanos convencionales, por ejemplo: el valiente, el macho, el cobarde, el profeta, el visionario, el avaro, el lector obsesivo, el librepensador, el ridículo, el traidor, el héroe. Esta forma de representar es literaria, no sicológica. En Borges no hay exploración sicológica porque sus personajes son encarnaciones de tipos humanos reconocibles. En el cuento La Intrusa, como bien señala Rocío Silva, la mujer que divide a los hermanos no posee una densidad propia, pero ocurre lo mismo con los hermanos Nielsen, quienes a su vez encarnan el modelo de la unión masculina. Lo primero, llama la atención de la poeta, pero lo segundo no. ¿Por qué? Interesada en ver solamente los personajes femeninos, ella soslaya el conjunto.

Precisamente, uno de los triunfos borgianos sobre la literatura latinoamericana es haber desprestigiado el sicologismo que proponía la novela rusa. Borges cree que esto es un error y prefiere volver a la idea de una literatura basada en formas y en mitos. Así, quienes siguen la impresionante influencia borgiana (una influencia fortísima, a pesar de que algunos no quieren darse cuenta) no crean personajes sobre la base de la “densidad propia” que busca Rocío Silva sino sobre la base de la arquitectura que ofrecen la mitología. Esto lo vemos en escritores tan diferentes como Cortázar, García Márquez, Rulfo, Saer, Bolaño y Mairal. Que Rocío Silva lo detecte en Sergio Galarza, eso no hace sino colocar a este joven escritor en una tradición prestigiosa.

Ahora bien, los ejemplos de modelos que he presentado son de tipos humanos masculinos que abundan en la literatura y, por cierto, en la literatura latinoamericana. Pues también hay modelos femeninos típicos: la santa, la puta, la femme fatale, la matriarca, la heroína, la bruja, la visionaria. Pero que en un cuento o una novela aparezca el modeo típico de una puta no quiere decir que la obra plantee el estereotipo de que “todas las mujeres son putas”. Este es el error crucial que observo en la crítica de Rocío, quien sostiene con la mayor frialdad que, cuando se trata de mujeres, escritores de la talla de Borges, Cortázar y García Márquez “no la chuntan”.

El espíritu de la colmena, una de las mejores películas que he visto en mi vida, está estructurada sobre la base de dos niñas que encarnan dos tipos humanos muy precisamente definidos: la bruja y la visionaria. Esta película de Víctor Erice es, sin duda, una de las referencias presentes en El laberinto del fauno, otra película en la cual los personajes son modelos, algunos incluso caricaturescos.

Los modelos arquetípicos han permitido crear grandes narraciones.

(Imágenes: El espíritu de la colmena y sus dos modelos femeninos: la visionaria y la bruja. La primera foto tomada de aquí. La otra foto tomada de aquí.)