Atrevidas Generalizaciones Por Jeffrey Radzinsky

Probablemente, por mi condición de judío laico y admirador de este pueblo milenario, me resulta inevitable reflexionar sobre la sensación de lo que me produce encontrar conceptos con los que se asocia la palabra “judío” en distintos diccionarios de sinónimos ( ediciones de Espasa por ejemplo).

Encuentro términos como tacaño, avaro, roñoso, entre otros, como sinónimos de judío (la equiparación de la palabra “judío” con “avaro” y “usurero” figuró hasta hace unos años en el Diccionario de la Real Academia Española). Esto no sorprende, pues es evidente que existe en la práctica, esa asociación, y el diccionario debe reflejar el significado de las palabras, al margen que a algunos les pueda disgustar y a otros encantar.

Me pregunto: ¿Qué hace que la pertenencia a una religión y cultura per se sea sinónimo de tacaño, avaro y roñoso? ¿Qué pasó en la historia para que exista esta asociación tan arraigada y generalizada?

Brevemente, se puede anotar algunos puntos que explican en perspectiva histórica estos estereotipos. Entre ellos: la semejanza del nombre de persona "Judas" –el traidor por antonomasia en la tradición cristiana- con la palabra "judío". Posteriormente, el estereotipo medieval de judío usurero en una época de imposiciones del mundo cristiano: tras la Primera Cruzada, el mercader judío carecía de seguridad física para viajar y comerciar - trabajo en el que hasta ese momento había tenido un rol fundamental- por lo que debió optar por una profesión más sedentaria; la prohibición canónica de que los cristianos cobraran interés, hizo del préstamo una actividad mayormente judía. Luego, la imagen de judío usurero se difundiría aún más con Shakespeare, y el famoso personaje de Shylock del Mercader de Venecia.

Cabe recordar que el pueblo judío ha sido históricamente perseguido, y tratado como ciudadanos de segunda categoría en muchos lugares y momentos. En este contexto, existe una tradición de comerciantes –propia de grupos que se ven obligados a migrar permanentemente – y las prácticas comerciales definitivamente alentaron estas percepciones de usura y avaricia.
Pero esta tradición comercial no fue inspiración divina, sino un recurso alternativo ante la imposibilidad reiterada y discriminatoria muchas veces, de ejercer como agricultores, funcionarios públicos, militares, y muchas otras profesiones.

Por otro lado, la educación también resulta un elemento importante. El pueblo judío ha sido históricamente preparado y cultivado, lo cual se entiende por sus leyes, tradiciones y costumbres de lectura y cuestionamiento, que a lo largo de los siglos de ha manifestado en dedicación por el estudio –que se refleja hasta la actualidad con el altísimo porcentaje de Premios Nobel, en relación a la población judía en el mundo-. Motivo por el cual, a lo largo de los siglos ha destacado, generando rivalidades, fricciones y repulsión propia de las sociedades y la naturaleza humana.

Las generalizaciones están estrechamente ligadas a la ignorancia, y ésta, no solo es aliada de prejuicios y estereotipos, sino que puede llegar a ser atrevida y peligrosa. Por lo que con estas líneas, lo que pretendo es cuestionar una de las tantas y absurdas generalizaciones basadas en prejuicios y estereotipos.

Tal vez –espero que no-, en 30 años, encontremos en los diccionarios, como sinónimo de islámico: violento o intolerante. Ojala que tengamos mejor criterio y no incurramos en asociaciones de este tipo. Los musulmanes y el mundo plural no merecen generalizaciones descalificadoras.