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19 abr. 2008

¿Necesitamos tutela en materia de cultura? Por Carlos Vargas Salgado

Tal vez como muchos de ustedes, sigo pasmado de conocer la diferencia entre la cantidad de piezas arqueológicas que Yale aceptaba tener (4 mil), procedentes de Machu Picchu, y la cifra final alcanzada por la Comisión del INC (más de 46 mil). Y sigo preguntándome cuál debería ser la mejor decisión del Perú en materia del reclamo de este patrimonio cultural: si poner mano dura y decir "qué lisura, devuélvanme lo mío", o aceptar la realidad como es, o sea, que tal vez esos objetos están mejor preservados en este momento en manos ajenas, y que nos tomará tiempo e infraestructura poder repatriarlos de forma adecuada.
Ya el acuerdo de setiembre del año pasado me sonaba abusivo, con un compromiso de abrir un Museo en Cusco con 35o de las más "museables" de esas piezas, pero sin la declaración completa de la libre disposición peruana sobre los objetos, y con Yale actuando como una suerte de curador permanente, dirimente y en la práctica, parte que decidía los estándares del Museo. Por eso ahora me hace rabiar y no me suena aceptable que una institución de élite mundial haya "ocultado" el resto de la información, y haya llevado adelante un acuerdo con el gobierno peruano sin aclarar antes cuál era la totalidad de objetos que se hallaban en su poder.
¿Distracción? No lo creo, por el contrario, se trata de exceso de celo, profundo conocimiento de que ese material tiene un gran potencial para la investigación futura. Correcta valoración, más bien. Por supuesto, no creo en el amor al Perú por parte de la mentada Universidad americana, sino en su ajustada interpretación del valor comercial-académico de lo que tiene en su poder por gracia de Bingham y la desidia peruana.
Sin embargo, la mayor o menor moralidad de una institución modélica en la Academia norteamericana creo que nos debería tener sin cuidado, no es nuestro roche, como dicen, allá ellos y su particular interpretación del bien que los anda llevando a invadir países. Es por el contrario la situación de nuestra política cultural, de nuestros registros culturales lo que debe preocupar realmente. El INC ha llevado adelante esta indagación solo después de que la bola de nieve (en especial internacional) había crecido enormemente, y de esa manera ha revelado con claridad que no hemos tenido registro ni acuerdos saneados en casos similares sino desde un tiempo muy reciente. La experiencia con Yale deja clara, a mi entender, nuestra agenda de pendientes en materia de registros de propiedad cultural, y se trata de solo un botón de muestra de nuestro evidente atraso en políticas culturales: nosotros, acaso el país más rico en cultura de toda Sudamérica, no tenemos una política coordinada sobre la materia, y dejamos que nuestros gobiernos actúen a la manera de bomberos que apagan los incendios escandolosos. Y cuando hablo de riqueza cultural no lo hago en el tono romanticón, sino en el práctico: todos estos huesitos, cerámicas, piedrecitas son plata, o mejor, valen su peso en oro: son carnada para turistas y el turismo es, ya lo sabemos, la única industria para la que tenemos por gracia de los antepasados y de la Naturaleza, todas las (virtuales) ventajas comparativas.
Por eso, al margen de la bronca que siento por el orgullo nacional herido, el caso con Yale me deja grandes preguntas sin resolver. No sé si coincidirán conmigo en que la odiosa intromisión tutelar de una Universidad del primer mundo, es lamentablemente casi una necesidad inmediata para proteger el patrimonio. Es decir, intentando ser prácticos otra vez, habría que decir que aunque Yale devolviera todos los objetos "extraídos" (preferiría decir sustraídos, pero ni modo), me quedaría la duda de si el INC es capaz de manejar eficientemente ese Patrimonio si el Estado no le da más presupuesto, si acaso puede exhibirlo, custodiarlo y tenerlo a disposición de los académicos peruanos para su estudio sin una partida real y gruesa. Esto es lo que hay que exigirle al Estado peruano: que use nuestro dinero en provecho de nuestro futuro.
Es una tristeza inexplicable comprobar no solo lo difícil que se nos hace mantener cuidado el patrimonio por falta de recursos, sino lo bien que se exhibe y protege este material custodiado por la dulce mano de los extraños.
Pero habrá que ser optimistas: tal vez este caso puede dejar de ser anecdótico y pase a ser simbólico, y nos lleve a empezar a discutir políticas culturales a nivel macro, presupuestos más grandes para la protección de nuestra cultura, que quizás será en el futuro nuestra única gallina de los huevos de oro.

Nota 1: Me resultó interesante la tibieza de ciertos medios peruanos sobre este tema. Comparen cómo informó en primera plana, y casi indignado, El País (ver), o Fox News, y luego vean cómo se tomo dos días El Comercio para emitir este informe.

Nota 2: Aunque atolondrada, desinformada en partes e interesada en su autobombo, hay que reconocer sin embargo que Eliane Karp, ahora Visiting Lecturer en Stanford University, quizás abrió un flanco interesante en este país (los USA) sobre este tema con su artículo en el NY Times de febrero. Verlo aquí.