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26 ago. 2008

La ley de la banca y ley de la Selva: Historias paralelas Por Daniel Salas



Una de las mayores alegrías de esta semana ha sido para mí la derogación de la ley de la Selva porque ha demostrado que el pueblo sí tiene poder y sí es capaz de hacerse visible y de frenar los abusos de sus gobernantes.

Ha habido muchos comentarios a favor de este resultado pero me extraña que nadie haya notado la coincidencia con el movimiento contra la estatización de la banca. Los personajes y las motivaciones son muy similares. Sólo espero que los resultados a la larga sean mejores ahora.

En ambos casos, Alan García quiso socializar la propiedad privada de un grupo de ciudadanos. Se trataba de convertir en un bien público lo que era, es y debe ser un bien particular.

También en ambos momentos se trató de un grupo reducido de personas afectadas. En 1987 se decía que no había que preocuparse de lo que les pasara a “cuatro banqueros”. En el 2008 se convertía a los ciudadanos de la selva en “unos pobladores pobres azuzados por los agitadores”.

En 1987, el gobierno y sus voceros establecieron que los banqueros conformaban una oligarquía egoísta, enemiga del desarrollo del Perú. En el 2008 los nativos que se oponen a la socialización de su propiedad son “perros del hortelano” que no ven los “grandes intereses nacionales”.

En 1987 el Parlamento se vio obligado a corregir una osadía del gobierno y los voceros apristas fueron cambiando progresivamente su discurso hasta hacer como que no pasó nada. En el 2008 la tendencia es la misma: el discurso agresivo inicial va cediendo paso a un discurso menos agresivo y más “consensual”.

En 1987 Alan García rompió un televisor cuando un juez aceptó la acción de amparo de los “cuatro banqueros”. En el 2008 Alan García perdió los papeles e insultó al Congreso. En ambos casos el parlamento prefirió hacer lo más sensato y pasarse por alto las amenazas de García; ello porque las presiones ciudadanas eran más fuertes y más razonables que las del presidente.

1987 fue el comienzo del fin del primer gobierno aprista. Alan García quedó debilitado y llevó a su partido a un hundimiento político de 15 años. Hoy Alan García ha quedado nuevamente en la impopularidad debido a su osadía y su enemistad con el diálogo. Su furia ante el fracaso es inocultable. Habiendo sido el responsable por regresar al APRA al escenario electoral, hoy nuevamente es quien lo vuelve a llevar a un periodo de crisis e impopularidad.

En ambos casos, no lo olvidemos, se trató de imponer medidas antiliberales, de afectar los bienes de grupos privados. En ambos casos, también, estas agresiones gubernamentales abrieron viejos resentimientos sociales latentes: en un caso, se fomentó el odio a los ricos y se los culpabilizó de los males del Perú; en otro, se incentivó el desprecio a los “indígenas” y se culpó a su cultura del atraso de nuestro país. Son versiones de la misma teoría de los chivos expiatorios.

Ahora bien, la crisis política producida por el mal gobierno del APRA llevó al autoritarismo de Fujimori. Mi esperanza es que si los apristas aun no han aprendido la lección, al menos el resto de los ciudadanos lo hagamos. Por ahora, yo reafirmo mi entusiasmo y brindo por el respeto a la ciudadanía y por la libertad.

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