El periodista Marco Sifuentes ha propuesto estas dos máximas como principios éticos de los blogs: “Haz lo que quieras” y “No dejes que nadie arruine tu blog.”
Me asombra la agudeza de este blogger y periodista. Porque en su mundo no existen ni Aristóteles, ni Kant, ni Levinas, ni Wittgenstein. Esto no tendría nada de raro si se tratara de un iletrado, de una persona carente de la oportunidad de haberse formado. Pero no es así. Marco Sifuentes ha pasado por la universidad. Dan ganas de decir que algo se pudre en Pando pero parece más bien que hay una corriente generacional hegemónica a partir de los 90 que quiere arrasar con el pensamiento crítico y la formación humanista.
Hace un mes, Cecilia Valenzuela (pero, claro, ella pertenece a mi generación) metía en el mismo saco a un canalla como Vladimiro Montesinos y a un clásico como Nicolás Maquiavelo. Y en el debate sobre “El hombre del año”, dos o tres bloggers formados en la universidad aceptaban sin la menor crítica la opinión suprema de una revista como Time. Se extrañan los tiempos en los que los universitarios criticaban todo, descreían de los medios y exigían saber más. Se extraña, digo, porque ahora, si seguimos a algunos líderes de opinión como Marco Sifuentes, parece que no es así. Ya que no puede tratarse de ignorancia, sí puede haber un cambio de actitud hacia una una nueva sensibilidad dentro de la cual reflexionar y criticar es lo de menos. Pero quiero creer que esto es solamente una ilusión. Quiero creer que hay otros de su misma generación que sí están comprometidos con el pensamiento y la reflexión.
Hay varios asuntos que Sifuentes no entiende o no quiere entender y por eso me tomo el trabajo de explicárselos, aunque tal vez sea un esfuerzo vano:
“Haz lo que quieras” no es una regla de ningún tipo. Las reglas suponen restricciones porque allí está su sentido. Son necesarias para la convivencia, para sumar y restar, para ir de compras. Sin reglas, el mundo ético desaparece, también el mundo de la ciencia y el lenguaje. Las reglas son necesarias básicamente porque existen los otros. Y esto último tiene al menos dos sentidos: por un lado, las reglas permiten construir la intersubjetividad; por otro lado, las reglas dan sentido a lo que hacemos y a lo que pensamos. Por eso Wittgenstein rechazaba la existencia de lenguajes o de éticas privadas. Aún si Wittgenstein estuviera equivocado y los chomskianos estuvieran en lo correcto (lo que tiendo a creer), algunas reglas seguirían existiendo como principios cognitivos y otras como aplicaciones para la vida práctica.
La ética no consiste en definir lo que puedo hacer sino lo que debo hacer. Y quien no quiera entender la diferencia, vive en la pura irresponsabilidad moral. Hay muchas cosas que puedo hacer: puedo insultar a mis amigos, hablar mal de ellos a sus espaldas, incordiarlos, sembrar cizaña. Puedo especular sobre sus vidas, revelar datos de su vida privada, discriminarlos por su raza. Puedo usar los blogs para promover la violencia, para dañar a personas de ciertas razas, para insultar a las mujeres. Nada de esto me llevaría a la cárcel ni me costaría una multa.
Por tanto, un código ético no es un código penal. Sigue siendo inverosímil que un periodista no sepa la diferencia entre uno y otro. Cuando mi amigo Gustavo Faverón planteó establecer un código de conducta, en ningún momento propuso que se convirtiera en un código de criminalización. Yo defiendo exactamente la misma postura. Digamos que uno puede, como propone Sifuentes, “hacer lo que quiera.” Pero hay quienes creemos que nos podemos exigir más, que es posible comportarse de acuerdo con un estándar más alto. Como a Sifuentes parece interesarle más el rating y sólo le importa la ética de los demás y no la suya propia, tal propuesta le repugna. En fin, allá él. Es verdad que él puede hacer con su blog lo que quiera, a riesgo de que lo consideremos un irresponsable. Pero es completamente falso que se quiera censurar a nadie.
Como lo explica muy bien Susana Frisancho en su blog, la ética no se construye con consignas, ni con imposiciones, sino mediante una educación dirigida por la reflexión. Las personas moralmente más complejas son las que han aprendido a reflexionar mejor sobre las consecuencias de los actos y el sentido de los valores. Mucho me temo que la palabra “reflexión” se ha vuelto anacrónica. “No dejes que nadie arruine tu blog” me suena a mí a una apología de autismo moral. Parece querer decir que, una vez que he construido mi mundito por el que soy admirado y querido, nadie puede venirme a cuestionar lo que hago. Hace mucho tiempo, arruiné el blog de un grupo de racistas y homofóbicos que se hacían pasar por críticos contraculturales. Y lo hice con argumentos, sin reclamar sobre ellos censura. Supongo que para Marco Sifuentes este es un ejemplo de lo que no se debe hacer. Para él, cada uno debería vivir en su corralito de ilusiones y mentiras, expresando sus resentimientos y respondiendo con insultos a todo aquel que quiebre su simple paz. Para él, no parecen ser relevantes ni las ideas, ni la crítica, solamente el poder de la expresión. ¿Es ese un mundo en el que queremos vivir?
Foto: Ni Kant, ni Levinas, ni Wittgenstein: haz lo que quieras.
Etiquetas: ética, Sifuentes
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