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24 mar. 2008

Lo administrativo y lo pedagógico Por Susana Frisancho

Nunca he podido aceptar que los procedimientos administrativos hagan que las instituciones pierdan de vista sus reales objetivos. Por ejemplo, mas de una vez en el Ministerio de Educación he visto que las decisiones se toman en función de lo administrativo y no de lo pedagógico, que esto último se supedita a la administración, y no al revés como debería ser. Por ejemplo, como no se puede contratar por más de cierta cantidad a una sola persona entonces el mejor de los mejores no puede asumir lo que por competencia profesional debería asumir y tiene que compartir el trabajo con otras personas poco calificadas y a veces incluso incompetentes para la tarea en cuestión. Hay montos para los pagos y eso hace que no se pueda contratar a las personas idóneas. Igualmente, los plazos para los procesos se establecen en función del calendario de la administración y no en base a lo que el sector (o las escuelas, o los maestros, o los niños) necesitan. Muchas veces se toman decisiones no en función de si son buenas para el proceso educativo sino en base a los horarios y tiempos del burócrata de turno. Los procedimientos engorrosísimos y absurdos basados en la desconfianza hacen que los procesos pedagógicos se paralicen. La consigna parece ser que administración manda, lo pedagógico puede irse al diablo…. Lamentablemente, esta lógica perversa empieza a verse en algunos centros de educación superior, en los que el rigor de ciertos procesos administrativos ata de manos al docente que desea mejorar su sistema de enseñanza, hacer alguna innovación o simplemente ser justo con sus estudiantes para –por ejemplo- darles una merecida segunda oportunidad o recalificar un examen (que merece tal recalificación) fuera de los plazos -a veces rígidos y poco razonables- que se han establecido para ello. Mi punto es muy simple: las instituciones, especialmente las educativas, tienen objetivos y metas que no pueden ni deben perderse de vista. La administración debe estar al servicio de esos objetivos y metas: lo contrario es una abominación, y es señal de que la institución está enferma.

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