Contrato social, teoría de juegos y violencia Por Silvio Rendon
Las imágenes de cadáveres cuyas cabezas reposan sobre charcos de sangre han marcado los días pasados en el Perú. Protestas que han sido reprimidas con fuerza excesiva. Asesina. Lo he dicho antes aquí refiriéndome a la incapacidad que estamos demostrando de aprender de la historia: estamos sembrando más violencia. Cada acto de represión e incapacidad de controlar sin violencia una protesta, cada muerte, cada justificación de la represión, todo eso, lleva a reacciones, genera frustración, resentimientos, deja enseñanzas que acaban por sembrar más violencia. No es que le haya pasado a otros. Nos ha pasado a nosotros mismos y lo estamos repitiendo en estos momentos, como si fuéramos un alumno que salió jalado, repitió de año, sigue sin estudiar y comete ahora los mismos errores que antes.
Como he explicado en el post citado, la masacre de estudiantes y campesinos en junio de 1969 en Huanta abonó al surgimiento de Sendero Luminoso. Diez años después hubo otra masacre, esta vez de obreros, esta vez en Lima, en febrero de 1979 en la fábrica Cromotex. Hace casi diez años la revista Caretas, en plena toma de la casa del embajador japonés, calificaba a esa masacre como El Detonante. De allí surgió el MRTA.
En el Perú no hemos llegado todavía a descubrir el contrato social. Todavía creemos que el gobierno puede ordenar algo y que la gente va a obedecer sin reaccionar. En todo caso la reacción es menospreciable del todo. Reprimible, ignorable, violentable. Desde luego que la realidad no es así.
Bertolt Brecht decía comentando sobre las protestas en Alemania del Este en 1953 que lo más sencillo para el gobierno habría sido disolver[-disolver] al pueblo y elegir otro. Hasta el rey de El Principito sabía que tenía que dar órdenes sensatas a sus subordinados:
Tal vez la debilidad organizativa en el país lleve a pensar que cualquier reacción de alguien es una reacción de minorías. Así todos serían minorías subestimables, excepto el gobierno que fue elegido por todos. Cualquier organización social, al contar con pocos afiliados, sería desdeñable. Estamos esperando que los sindicatos peruanos tengan la representatividad de los sindicatos alemanes, franceses, escandinavos o americanos. Así no es la cosa. En el Perú las organizaciones, todas, pero todas, son débiles. Nadie le puede tirar primero la piedra a otro (ridìculo, como jugar a la sartén diciéndole a la olla qué sucia que estás). Es parte de la debilidad institucional que tiene el país. Es parte del subdesarrollo. El desarrollo económico va aparejado del desarrollo institucional. No le pidamos peras al olmo y gobernemos aceptando nuestras realidades. Dialoguemos que aquí todos nos estamos construyendo.
De hecho, parte del camino al desarrollo ha sido ahorrarse costos por conflictos innecesarios y negociar entre los diversos agentes económicos y sociales. Los Estados Unidos y Francia estarían mejor sin tanto subsidio agrario, pero los costos de eliminar esos subsidios son mayores que los beneficios de dejarlos ahí. Uno ya puede argumentarle a los agricultores lo que uno quiera sobre las ventajas del libre comercio y, por supuesto, que el conjunto de ciudadadanos de esos países (y el mundo) estaría mejor sin esos subsidios. Ya. Da igual. Los subsidios no se mueven. Claro, uno puede darse cuenta de algo tan simple cuando entiende que los agricultores americanos y franceses tienen presencia, que no les van a meter bala en la cabeza así nomás, salvo que el gobernante quiera exponer su país a la violencia. En el Perú el gobernante piensa que los agricultores peruanos son desdeñables. Las balas se disparan y se justifican, como si éstas lograran lo que no logra la persuación.
El contrato social (y hablo del concepto general, no de la etiqueta demagógica de "pacto social" lanzada por el gobierno después de las protestas de julio de 2007) consiste en darse cuenta que no puede haber imposición de nadie, pues ésta es más costosa que llegar a un acuerdo. No lo acabamos de descubrir en el Perú. Tal vez el tema para no verlo haya sido que los costos han llegado con retardo, mucho después, en la forma de terrorismo, por ejemplo. Tal vez sea este retardo el que nos impida hacer la conexión y pensemos que la soberbia gubernamental no tiene costo alguno o que el terrorismo llega del aire. Puede ser. Una vez más, parte de la debilidad institucional es que hay este retardo y de esta manera. Nadie tiene por qué recurrir al terrorismo ni a la violencia para hacer sentir su voz. Esas acciones, asesinas también, sólo contribuyen a hundir más al país, cuando de lo que se trata es de hacerlo salir adelante. En estos momentos en el Perú hay mucha rabia. La represión ha sido brutal y ha sembrado las ganas de contestarla con más violencia. Me imagino a las mentes radicalizadas, cabeza caliente, indignadas, pensando en cuál debería ser el siguiente paso.
Ojalá que esta nueva generación no se deje llevar por los cantos de sirena de la violencia más estéril. Si quieren responder a la represión, hay un camino: la educación. Si quienes crearon Sendero Luminoso, maestros universitarios, hubieran invertido sus esfuerzos en educar al pueblo peruano, tendríamos ahora una población más educada y no los miles de muertos que nos tocó enterrar. Mal y costoso camino el que tomaron. Es más fácil destruir que construir, pero seamos claros en que nos destruímos a nosotros mismos. El rupturismo en el Perú, cuya máxima expresión fueron SL y el MRTA, fracasó rotundamente. Sobre esto también hay que aprender: el círculo vicioso de la violencia es el camino del fracaso y de la autodestrucción.
En lo que deberíamos estar pensando en nuestra entidad nacional es cómo hacer para que funcione de verdad un contrato social donde sea posible la convivencia humana. Como reza el Keholet 3, hay un tiempo para todo: hay un tiempo para tirar piedras y hay un tiempo para recogerlas.
En fin. El gobierno como autoridad que es tiene que dar una clara señal de cambiar de camino y abrirse al diálogo. No basta que haya dado marcha atrás en algunas cosas a regañadientes, si no señaliza una profunda rectificación y sale de la senda de fracaso. Más aún, en estos momentos no le vendría nada mal un cambio de ministros y sobre todo de asesores, pues los que tiene no la están haciendo.
Foto antes y foto casi dos décadas después.
Antes: entierro de obrero muerto en masacre de Cromotex. Cerpa Cartolini en la foto.
Después: Fujimori caminando al lado de terrorista muerto. Cerpa Cartolini en la foto.
(Fotos tomada de Caretas (enlace citado) y de aquí. Hacerles click para ampliarlas).
Foto ahora y ¿foto después?
Ahora: Santiago Lloclle, 19 años. Agricultor muerto en las recientes protestas.
Y dos décadas después: ¿qué?
(Foto de EFE tomada de aquí. Hacerles click para ampliarla).
Como he explicado en el post citado, la masacre de estudiantes y campesinos en junio de 1969 en Huanta abonó al surgimiento de Sendero Luminoso. Diez años después hubo otra masacre, esta vez de obreros, esta vez en Lima, en febrero de 1979 en la fábrica Cromotex. Hace casi diez años la revista Caretas, en plena toma de la casa del embajador japonés, calificaba a esa masacre como El Detonante. De allí surgió el MRTA.
En el Perú no hemos llegado todavía a descubrir el contrato social. Todavía creemos que el gobierno puede ordenar algo y que la gente va a obedecer sin reaccionar. En todo caso la reacción es menospreciable del todo. Reprimible, ignorable, violentable. Desde luego que la realidad no es así.
Bertolt Brecht decía comentando sobre las protestas en Alemania del Este en 1953 que lo más sencillo para el gobierno habría sido disolver[-disolver] al pueblo y elegir otro. Hasta el rey de El Principito sabía que tenía que dar órdenes sensatas a sus subordinados:
"Si yo ordenara – decía habitualmente - si yo ordenara a un generalSe gobierna tomando en cuenta la reacción de la gente, con medidas sensatas, asimilables por el conjunto de agentes económicos y sociales. Poniéndolo en lenguaje de teoría de juegos, el gobierno no es un agente único en este juego y que toma acciones sin nadie que se le oponga. No. Es un agente que tiene que tomar en cuenta la función de reacción de los otros agentes, las organizaciones sociales. Para todo. Ni siquiera debería jugar Nash con la gente, sino Stackelberg, anticiparse a la reacción e incluirla en sus cálculos. En cambio, en el Perú el gobierno parece comportarse como un agente miope que no considera que está en un juego con los otros agentes. Ese es el ensimismamiento, casi solipsismo gubernamental.
convertirse en ave marina, y si el general no obedeciera, no sería la culpa del
general. Sería mi culpa."
Tal vez la debilidad organizativa en el país lleve a pensar que cualquier reacción de alguien es una reacción de minorías. Así todos serían minorías subestimables, excepto el gobierno que fue elegido por todos. Cualquier organización social, al contar con pocos afiliados, sería desdeñable. Estamos esperando que los sindicatos peruanos tengan la representatividad de los sindicatos alemanes, franceses, escandinavos o americanos. Así no es la cosa. En el Perú las organizaciones, todas, pero todas, son débiles. Nadie le puede tirar primero la piedra a otro (ridìculo, como jugar a la sartén diciéndole a la olla qué sucia que estás). Es parte de la debilidad institucional que tiene el país. Es parte del subdesarrollo. El desarrollo económico va aparejado del desarrollo institucional. No le pidamos peras al olmo y gobernemos aceptando nuestras realidades. Dialoguemos que aquí todos nos estamos construyendo.
De hecho, parte del camino al desarrollo ha sido ahorrarse costos por conflictos innecesarios y negociar entre los diversos agentes económicos y sociales. Los Estados Unidos y Francia estarían mejor sin tanto subsidio agrario, pero los costos de eliminar esos subsidios son mayores que los beneficios de dejarlos ahí. Uno ya puede argumentarle a los agricultores lo que uno quiera sobre las ventajas del libre comercio y, por supuesto, que el conjunto de ciudadadanos de esos países (y el mundo) estaría mejor sin esos subsidios. Ya. Da igual. Los subsidios no se mueven. Claro, uno puede darse cuenta de algo tan simple cuando entiende que los agricultores americanos y franceses tienen presencia, que no les van a meter bala en la cabeza así nomás, salvo que el gobernante quiera exponer su país a la violencia. En el Perú el gobernante piensa que los agricultores peruanos son desdeñables. Las balas se disparan y se justifican, como si éstas lograran lo que no logra la persuación.
El contrato social (y hablo del concepto general, no de la etiqueta demagógica de "pacto social" lanzada por el gobierno después de las protestas de julio de 2007) consiste en darse cuenta que no puede haber imposición de nadie, pues ésta es más costosa que llegar a un acuerdo. No lo acabamos de descubrir en el Perú. Tal vez el tema para no verlo haya sido que los costos han llegado con retardo, mucho después, en la forma de terrorismo, por ejemplo. Tal vez sea este retardo el que nos impida hacer la conexión y pensemos que la soberbia gubernamental no tiene costo alguno o que el terrorismo llega del aire. Puede ser. Una vez más, parte de la debilidad institucional es que hay este retardo y de esta manera. Nadie tiene por qué recurrir al terrorismo ni a la violencia para hacer sentir su voz. Esas acciones, asesinas también, sólo contribuyen a hundir más al país, cuando de lo que se trata es de hacerlo salir adelante. En estos momentos en el Perú hay mucha rabia. La represión ha sido brutal y ha sembrado las ganas de contestarla con más violencia. Me imagino a las mentes radicalizadas, cabeza caliente, indignadas, pensando en cuál debería ser el siguiente paso.
Ojalá que esta nueva generación no se deje llevar por los cantos de sirena de la violencia más estéril. Si quieren responder a la represión, hay un camino: la educación. Si quienes crearon Sendero Luminoso, maestros universitarios, hubieran invertido sus esfuerzos en educar al pueblo peruano, tendríamos ahora una población más educada y no los miles de muertos que nos tocó enterrar. Mal y costoso camino el que tomaron. Es más fácil destruir que construir, pero seamos claros en que nos destruímos a nosotros mismos. El rupturismo en el Perú, cuya máxima expresión fueron SL y el MRTA, fracasó rotundamente. Sobre esto también hay que aprender: el círculo vicioso de la violencia es el camino del fracaso y de la autodestrucción.
En lo que deberíamos estar pensando en nuestra entidad nacional es cómo hacer para que funcione de verdad un contrato social donde sea posible la convivencia humana. Como reza el Keholet 3, hay un tiempo para todo: hay un tiempo para tirar piedras y hay un tiempo para recogerlas.
En fin. El gobierno como autoridad que es tiene que dar una clara señal de cambiar de camino y abrirse al diálogo. No basta que haya dado marcha atrás en algunas cosas a regañadientes, si no señaliza una profunda rectificación y sale de la senda de fracaso. Más aún, en estos momentos no le vendría nada mal un cambio de ministros y sobre todo de asesores, pues los que tiene no la están haciendo.
Foto antes y foto casi dos décadas después.
Antes: entierro de obrero muerto en masacre de Cromotex. Cerpa Cartolini en la foto.
Después: Fujimori caminando al lado de terrorista muerto. Cerpa Cartolini en la foto.
(Fotos tomada de Caretas (enlace citado) y de aquí. Hacerles click para ampliarlas).
Foto ahora y ¿foto después?
Ahora: Santiago Lloclle, 19 años. Agricultor muerto en las recientes protestas.
Y dos décadas después: ¿qué?
(Foto de EFE tomada de aquí. Hacerles click para ampliarla).
Etiquetas: Pacto Social, Política, Política económica, Teoría de juegos, Terrorismo, violencia política
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