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13 mar. 2008

¿Un "Nacido dos veces"?: "Full Monty", García y las Izquierdas (a propósito de un texto de Juan Carlos Ubilluz) Por Gonzalo Gamio


Hoy en La República ha aparecido un interesante y polémico artículo de Juan Carlos Ubilluz, Del perreo al perro hortelano. Ubilluz es un importante intelectual peruano de inspiración lacaniana, dedicado al análisis de los problemas nacionales. Su obra Los nuevos súbditos ofrece una penetrante lectura de la ‘mentalidad criolla’ y sus consecuencias para la vida pública (merece destacarse sus reflexiones sobre el nefasto régimen de Fujimori y Montesinos). Espero escribir alguna nota sobre este texto, que encuentro innovador y agudo (y examinar en detalle su marco teórico, en el que se concentran mis casi la totalidad de mis discrepancias con la obra). Hay que destacar que el autor no es un lacaniano ortodoxo: a diferencia de muchos de los miembros de este círculo – que cultivan un cierto ‘hermetismo conceptual’ para decirlo de alguna forma -, Ubilluz intenta superar las barreras que impone este esoterismo, y procura ofrecer al lector no iniciado una explicación clara de la densa – y en ocasiones autorreferencial - jerga lacaniana.

El artículo de La República está escrito con una fina ironía, y con un pathos sutilmente desafiante (ello revela una actitud intelectual tan saludable como extraña en nuestro medio). El texto pretende revelar algunas de las actitudes medulares de Alan García en el gobierno – puestas de manifiesto en sus virulentos discursos contra los “perros del hortelano” -. Asímismo, Ubilluz cuestiona severamente el “nuevo espíritu” de las izquierdas, que aparentemente habrían traicionado su antiguo ideario político – asumiendo hoy la agenda capitalista – para lograr hacerse del poder. Para validar estas tesis, el autor recurre a las reflexiones de Slavoj Zizek, un filósofo esloveno sumamente original, que en sus libros de crítica cultural y política ha logrado entablar un fecundo diálogo con Marx y Lacan (a veces también Hegel es incorporado en esta conversación). En nuestro medio, Zizek ha tenido mucho mayor éxito entre los científicos sociales que entre los filósofos (que suelen acusarlo de cierta falta de rigor). Recuerdo particularmente haber leído una poderosa reflexión crítica sobre el cristianismo en su libro El títere y el enano.

Pero volvamos al texto publicado en La República. Ubilluz argumenta que el (más que notorio) “giro neoliberal” de Alan García tendría que satisfacer las expectativas de quienes votaron en primera vuelta por Lourdes Flores. De hecho, en su condición de converso – un nacido dos veces -, García supera en radicalidad a la vocación de fe de Flores en el credo del mercado. García vocifera su “nuevo evangelio” con la violencia y la visceralidad de un fanático religioso, en contrate con las suaves plegarias “hayekianas” de Lourdes Flores: García exige penitencia y ‘obediencia de cadáver’ frente al catecismo capitalista; Flores prefiere los serenos cánticos piadosos. “En cualquier caso, ella no habría osado tildar de ‘perro del hortelano’ a todo aquel que quisiese dar una mirada cautelosa, a diferencia de un frenético visto bueno, a la venta del patrimonio estatal. Y menos aún repetir esta caricatura insultante en medio de los virulentos paros y marchas de los sectores populares.” Esa combinación de fundamentalismo económico, conservadurismo político y vocación por la represión han convertido a García en el héroe novelesco de los directores de Correo y Expreso.

El autor enmarca este proceso acelerado de apostasía socialista a bautismo de sangre neoliberal en el contexto del “reciclaje” – deslucido y oportunista – de tantos políticos y líderes de opinión, tradicionalmente izquierdistas. Allí es dónde echa mano de la comparación - a la vez acerada y divertida - que hace Zizek entre la dinámica de transfuguismo ideológico de los ex izquierdistas y la trama de la película Full Monty. En ella, un grupo de obreros ingleses deciden dedicarse a hacer striptease para solucionar sus problemas económicos: esta experiencia los lleva a tomar consciencia del 'inexorable' declive del imaginario socialista. A su juicio, los antiguos cultores de la izquierda habrían optado por el desnudismo político. “Tristemente – anota Ubilluz -, el acto de desnudarse de estos personajes (fílmicos) es similar al vuelco político de la izquierda contemporánea. Como lo señala Zizek, la actitud de la nueva izquierda es la de ‘hacer un striptease y desembarazarse de los últimos vestigios del discurso de izquierda propiamente dicho’”.

Inmediatamente, Ubilluz introduce algunos matices que relativizarían el juicio de Zizek cuando se proyecta éste sobre el mundo político Latinoamericano: “no sería correcto sostener, por ejemplo, que el MAS de Evo Morales se ha despojado de sus vestidos propiamente socialistas. No obstante, si hay un izquierdista que se adscribe perfectamente a la lógica ironizada por Zizek, ese es sin duda Alan García”. Es curioso, porque la clase de propuesta izquierdista que encontramos en el MAS de Morales está pobremente articulada en lo ideológico y en lo propiamente político. El saludo – el guiño - que le dirige Ubilluz parece más un premio a la perseverancia en la militancia que el reconocimiento a la creatividad de las ideas o a la consistencia de sus fundamentos.

¿Alan García fue alguna vez un izquierdista? Ubilluz asume que sí. Para el autor, los pintorescos bailes de García - el perreo y el teteo - más que gestos extraviados de una psique desbocada, o aspavientos de un candidato – presidente que quiere “darse un baño de popularidad”, constituye la antesala de esta ‘danza de los siete velos en lo ideológico (su abandono de la izquierda y su férrea suscripción del credo de la derecha). ’“Ahora lo sabemos bien”, sostiene, “ni el perreo ni el teteo eran disfraces del verdadero García socialista. Esos disfraces eran el verdadero García: eran el preámbulo erótico del striptease neoliberal que vendría después, los preliminares del obsceno espectáculo de ‘desembarazarse de los últimos vestigios del discurso de izquierda propiamente dicho’.”

No estoy de acuerdo con esta afirmación. Tengo la impresión de que Ubilluz está forzando un poco las cosas a fin de que pueda encajar en el análisis de nuestra realidad la comparación de Zizek. No creo que García fuese socialista en su primer gobierno. Evidentemente, no estoy diciendo que fuese un hombre de derecha en los ochenta (como algunos izquierdistas sugerían entonces): el APRA ha cultivado a lo largo de décadas un cierto populismo oportunista en lo político y un ideario vago y ambiguo en lo económico; con ello buscó sobre todo ubicar al partido y a sus líderes en posiciones expectantes frente al poder. Estas contorsiones ideológicas y estos cambios camaleónicos no son novedad en la historia de esta agrupación. El propio Haya sustituyó sus ideales socialistas de juventud por posiciones cada vez más conservadoras, que lo llevaron a pactar y aliarse con los políticos y dictadores que lo persiguieron y que mandaron a asesinar a muchos de sus correligionarios. Esa vocación aprista por la danza transfuguista tiene larga data. Las medidas del primer gobierno de García no tienen el sello socialista. El fracaso económico de la primera administración García no se debió fundamentalmente a la convicción ideológica del gobierno, sino a la ineptitud técnica de sus cuadros, y a la pobreza de sus ideas. Incluso una propuesta tan absurda como la estatización de la banca puede explicarse en términos de la ruptura personal de García con los “doce apóstoles” que apoyaron con entusiasmo su campaña presidencial. Cuesta imaginar a Alan García como una especie de Pablo de Tarso colectivista que, confrontado súbitamente por el “dios mercado” en el camino de Damasco, se ve violentamente interpelado por él: “¿Por Qué me persigues?” - de forma que esta “visión mística” convirtió al sujeto en cuestión en un fiel devoto del neoliberalismo-. No se trata de un ex socialista convertido – como cree Ubilluz –; García es un peudo-caudillo de un partido populista con una propuesta económica prácticamente nula (y una concepción política tan elástica como lo son sus intereses de coyuntura). No veo a García como un creyente: antes bien, se trata de un político curtido que hace cálculos pensando en consolidar su liderazgo a nivel nacional y partidario, siguiendo la tradición caudillista del APRA (por ello incluso disfruta enfrentar a sus correligionarios). Lo suyo no es la fe inflamada, es el “maquiavelismo chicha”.

Pero hay un asunto más que no quisiera dejar sin tocar. La comparación de Zizek / Ubilluz – más en este último – parece plantear que hoy se echa de menos no sólo la consistencia política izquierdista, sino la “pureza ideológica”. Estoy de acuerdo en que las mutaciones de muchos ex izquierdistas resultan teóricamente contrahechas y prácticamente patéticas (o meramente instrumentales). Pero la figura propuesta le cierra las puertas a formas a formas sensatas de sincretismo ideológico y a las reformulaciones políticas e intelectuales que son razonables y honestas. Los Derechos Humanos – por ejemplo – constituyen una construcción liberal, rechazada por el propio Marx, que la agenda ético-política del socialismo recuperó más tarde. La comparación con Full Monty – en la interpretación de Ubilluz - saluda la militancia, pero deja poco espacio para la revisión crítica de los supuestos teóricos de las opciones políticas, ejercicio que resulta imperativo para una izquierda que tendría que extraer lecciones importantes de la caída del Muro de Berlin y de otras circunstancias históricas. La relación del socialismo con la democracia, su concepción de la naturaleza, su visión reductiva de la relación entre la cultura y la economía, su percepción del rol de la violencia en la historia – por citar sólo unos pocos casos – son cuestiones que tendrían que redefinirse sustancialmente para renovar realmente la izquierda. La metáfora del striptease puede ser tan burda que quizá termine caricaturizando la búsqueda de nuevos conceptos y metáforas que podrían enriquecer el compromiso progresista con la justicia social y acaso le permitirían combatir exitosamente la tentación del dogmatismo y el autoritarismo. El análisis de Ubilluz descansa en el registro de la fe y de la militancia, no en el registro del pensamiento político. No toda ‘conversión conceptual’ proviene de la pusilanimidad moral y del mero juego de las ambiciones de poder. Probablemente nuestra tarea como ciudadanos consista en lograr discernir con lucidez hasta donde los cambios de perspectiva de los líderes y sus agrupaciones responden a los intereses de la ‘baja política’ y cuando son consecuencia del genuino trabajo de la crítica.

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