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24 set. 2008

1963: Heraud y el rechazo del pueblo Por Silvio Rendon

[Comencé a escribir este post para el 45 aniversario de la muerte de Javier Heraud, hace algunos meses. El post se quedó en el teclado, pero ahora va aquí, más orientado hacia la reflexión a 40 años del golpe de estado de Velasco Alvarado.]

Javier Heraud murió no sólo por la balas policiales sino por las balas de la población civil de Puerto Maldonado, que portaba fusiles de caza. Después de su muerte, según relata un testigo, trataron su cuerpo de forma brutal, tiraron el cadáver al suelo, lo arrastraron y lo tiraron a la loza. Un hecho usualmente omitido en la historia sobre su muerte. El rechazo del pueblo a su presencia.



Reportaje del periodista Marco Sifuentes

En Pobladores y azuzados Daniel Salas señala la tendencia a negarle responsabilidad a la gente por sus acciones, como si fueran menores de edad, o como si la población tuviera que identificarse con los grupos insurgentes. En un testimonio se cuenta que a la población le dijeron que iban a matar a los curas y monjas.

Llega un grupo de jóvenes muy llamativo a un hotel, el hotel Chávez. Estos jóvenes son en realidad una columna guerrillera que ingresa al Perú desde Bolivia y tiene como objetivo llegar a La Convención, cruzando 300 km de selva, para apoyar militarmente a Hugo Blanco. Ya había caminado una distancia similar para llegar al Perú desde Bolivia. Se detienen en Puerto Maldonado porque están exhaustos.

Son denunciados y detenidos por la policía. No es que la población los quiso linchar. Ya estando detenidos en cierto momento se produce un tiroteo donde muere el sargento Sam Jara, se hiere a dos guardias republicanos y a un joven del grupo, Nelson Rodríguez, quien salva la vida (Mercado 1967). Sin embargo, el grupo es finalmente reducido. La versión de los miembros de este grupo es que los policías fueron heridos y muertos por sus propios compañeros.

Javier Heraud y Alaín Elías logran escapar, esconderse y convencer a un balsero a que los cruce a la otra orilla del río mediante una canoa. Son interceptados y, según se cuenta, "se produce un tiroteo". Elías y Heraud se rinden, pero les siguen disparando, con la policía animando a las personas armadas que les disparaban a que sean rematados. Muere Javier Heraud, al igual que Roberto Vásquez, el balsero que los llevaba, quien sin saber nadar se lanza al agua y se aferra a la popa de la canoa, pero es alcanzado en el cráneo por una bala.

Después de los incidentes, había consternación y sorpresa porque un muchacho blanco, enorme, de Lima fuera muerto. Un hecho incomprensible al parecer, que alguien que "valiera tanto" entregue su vida por gente pobre, que "vale tan poco", en los crueles estándares convencionales. En el reportaje anterior los/as entrevistados/as dicen que no se podía hablar, y que posteriormente mejoraron la tumba de Javier Heraud, y le pusieron su nombre a avenidas, colegios, avenidas.

Quince días después de estos sucesos, Hugo Blanco desde prisión diría: "admiré la valentía de los muchachos de Madre de Dios, pero siento mucho que tanta energía revolucionaria se haya desperdiciado" aquí, citado por José Luis Rénique.

Definitivamente, que se tratara de un poeta marcó una gran diferencia en que se le recordara como se le recuerda. Los nombres del sargento y del balsero muertos quedaron olvidados. Los objetivos del grupo, muy posiblemente armado (el "fuego amigo" ocurre, pero no es muy creíble en este caso), eran prestar apoyo militar a Hugo Blanco. Se trató de un plan mal diseñado. Cruzar la selva no es tan sencillo. Además, ya los estaban esperando. La policía sabía que venían y a qué venían.

Un par de comentarios a la luz de la historia reciente

El rechazo del pueblo es un factor real en la insurgencia. Las guerrillas de los sesentas no concitaron gran apoyo o fueron directamente rechazadas por la población, no sólo en Madre de Dios, sino en Ucayali (entre otros lugares, como veremos en otro post), donde Máximo Velando es capturado por los campas y entregado a la policía. Dos décadas después, con Sendero Luminoso y el MRTA, hubo mucho más aceptación popular, en particular en Ayacucho y en San Martín. Fue el resultado de un largo trabajo político previo. Sin embargo, también fueron rechazados por la población. Y, desde luego, sabemos cuál fue su reacción: matar a la población que los rechazaba. Lucanamarca por Sendero, y asesinato de dirigentes campas por el MRTA (absurdamente, en venganza por la muerte de Máximo Velando - tan absurdo como si a alguien se le ocurriera ir a Puerto Maldonado a vengar a Javier Heraud), por dar dos ejemplos.

Evidentemente, Abimael Guzmán estudió la insurgencia de los sesentas y al parecer diagnosticó que ésta fue conducida por grupos llenos de desviaciones ideológicas, que esperaban que la gente los apoye por la sola presencia del foco guerrillero. Su conclusión fue resolver el rechazo del pueblo mediante la intimidación y la violencia extrema. Las acciones de Sendero Luminoso son brutales. Se basan en el factor sorpresa y la muerte de policías y métodos aberrantes como arrojarles ácido en la cara. Inicialmente, esta conducta les da credibilidad, de que van en serio, y no serán aniquilados rápidamente, como la insurgencia de los sesentas. También sirve para que sus integrantes asuman que son "homicidas-suicidas", que tienen que dar una "cuota" de sangre (Gorriti 1990). El MRTA dentro de su propia lógica va por una ruta parecida con sus "sicilianos".

Efectivamente, desde un punto de vista militar Sendero Luminoso y el MRTA llevaron a cabo insurgencias más desarrolladas que las de los sesentas y conocían mejor el terreno y a la población. No soñaban con cruzar 300 km de selva a pie.

Es difícil decir qué habría pasado si la insurgencia de los sesentas se hubiera extendido. Las guerrillas latinoamericanas fueron idealizadas por algunos sectores izquierdistas, pero la verdad es que fueron unas grandes violadoras de los derechos humanos, léase asesinatos, muertes, abusos, robos, etc. Es posiblemente antipático recordar que Javier Heraud fue parte de un grupo de jóvenes simpatizantes del régimen castrista que agredió a puñetazos a un grupo de personas que pacíficamente celebraba un acto de condena al régimen castrista (si no me equivoco se trataba de una misa en la iglesia de la Merced, en Lima). La intolerancia estaba ahí*.

Pero bueno, los insurgentes de los ochentas no han inducido ninguna medida redistributiva o de interés nacional. Nada que alguien pueda decir "efectivamente, hacer eso estaría bien". Nada constructivo. En cambio, dentro de su estrepitoso fracaso, la insurgencia sesentera conmovió profundamente a la sociedad peruana, comenzando por los propios militares que la derrotaron. A la larga los vencidos y rechazados insurgentes triunfaron a través de un gobierno militar que nacionalizó el petróleo e hizo la reforma agraria, programa de la insurgencia y promesa incumplida por todos los partidos políticos de los sesentas.

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Bibliografía

Gorriti, Gustavo. 1990. "Sendero: Historia de la Guerra Milenaria en el Peru. Lima: Apoyo.

Mercado, Roger 1967. "Las guerrillas del MIR, 1965", Lima: Editorial de Cultura Popular.


* Este post le gustó a Aldo Mariátegui (ver Peinando a Heraud ). Haciendo un esfuerzo de memoria me acordé que el incidente de los puñetazos está contado en Jorge Salazar y Alaín Elías (1976) "Piensan que estamos muertos". Mosca Azul, Lima. En base a este trabajo se hizo una historieta sobre la vida de Heraud, incluyendo el incidente. Lógicamente, quien tiene una agenda aprovecha de un intento de versión balanceada de la historia para llevar agua para su molino...
La revolución cubana producía encendidas pasiones a favor y en contra. En la Universidad Católica hubo un grupo de estudiantes, simpatizantes castristas, que hizo un homenaje a la revolución cubana; las autoridades de la universidad reaccionaron expulsándolos.




Plaza de la memoria, PUCP, 2007.



Chabuca Granda: El fusil del poeta es una rosa



Martina Portocarrero: "Lo mataron soldados y gamonales"

Más en Presencia cultural:
Uno y dos.




"Canoa", película mexicana de Felipe Cazals. El cura del pueblo incita a la población al ataque a un grupo de jóvenes citadinos y escaladores de montañas. El cura agita a la población diciéndole que los comunistas venían a matarlos y robarles. Ver más aquí

Casos así han ocurrido, pero el de Javier Heraud no fue uno de ellos.

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