Venezuela: se consolida el autoritarismo Por Jeffrey Radzinsky
En Venezuela, esta semana se inició la etapa final del debate sobre la reforma constitucional en un “Parlamento” que no tiene presencia opositora.
Dentro de las modificaciones que se pretenden hacer –y que deberán ser sometidas a referéndum este dos de diciembre- se encuentran entre otras:
- Reelección presidencial indefinida.
- La edad para votar pasa de 18 a 16 años.
- La jornada laboral se rebaja de 8 a 6 horas.
- Eliminación de la autonomía del Banco Central
- Eliminación a los derechos de información y de debido proceso durante los estados de excepción que decrete el gobierno.
No sorprende la actitud del dictatorial Presidente Hugo Chávez. No se podría esperar otra cosa de un mandatario que cierra canales de televisión, recibe con honores al fundamentalista que gobierna Irán, arresta a opositores, no permite conciertos de artistas que critiquen su gobierno y en general, hace todo lo que le permita consolidar su tiranía.
Financiamiento para su maquinaria autoritaria no le falta, con el barril de petróleo a casi US 90.00, y sin un contrapeso de poderes que le impida hacer lo que le plazca con los millones de dólares que ingresan diariamente a sus arcas.
Una de las paradojas más grandes de los millonarios ingresos venezolanos producto del alto precio del petróleo, es que EE.UU. le aporta a este régimen dictatorial, mas de US$ 30 000 millones anualmente. Es decir, el gobierno de George W. Bush, que se jacta de ser un promotor de la democracia en América Latina. En la práctica, le paga miles de millones a su antagonista Hugo Chávez para que entre otras cosas, aliente arcaicos sistemas en la región, -que al margen de discusiones ideológicas, son evidentemente antidemocráticos-.
Los abusos autocráticos se deben denunciar y condenar, pero no sólo con palabras, sino con hechos concretos.
Hugo Chávez pretende impregnar la región con su “socialismo bolivariano”, y su condición de magnate le facilita la tarea. La eventual aprobación de la reforma constitucional en el próximo referéndum implicaría mayores riesgos para las incipientes democracias latinoamericanas, y una mayor oportunidad para los caudillos respaldados por el autócrata caribeño.
Dentro de las modificaciones que se pretenden hacer –y que deberán ser sometidas a referéndum este dos de diciembre- se encuentran entre otras:
- Reelección presidencial indefinida.
- La edad para votar pasa de 18 a 16 años.
- La jornada laboral se rebaja de 8 a 6 horas.
- Eliminación de la autonomía del Banco Central
- Eliminación a los derechos de información y de debido proceso durante los estados de excepción que decrete el gobierno.
No sorprende la actitud del dictatorial Presidente Hugo Chávez. No se podría esperar otra cosa de un mandatario que cierra canales de televisión, recibe con honores al fundamentalista que gobierna Irán, arresta a opositores, no permite conciertos de artistas que critiquen su gobierno y en general, hace todo lo que le permita consolidar su tiranía.
Financiamiento para su maquinaria autoritaria no le falta, con el barril de petróleo a casi US 90.00, y sin un contrapeso de poderes que le impida hacer lo que le plazca con los millones de dólares que ingresan diariamente a sus arcas.
Una de las paradojas más grandes de los millonarios ingresos venezolanos producto del alto precio del petróleo, es que EE.UU. le aporta a este régimen dictatorial, mas de US$ 30 000 millones anualmente. Es decir, el gobierno de George W. Bush, que se jacta de ser un promotor de la democracia en América Latina. En la práctica, le paga miles de millones a su antagonista Hugo Chávez para que entre otras cosas, aliente arcaicos sistemas en la región, -que al margen de discusiones ideológicas, son evidentemente antidemocráticos-.
Los abusos autocráticos se deben denunciar y condenar, pero no sólo con palabras, sino con hechos concretos.
Hugo Chávez pretende impregnar la región con su “socialismo bolivariano”, y su condición de magnate le facilita la tarea. La eventual aprobación de la reforma constitucional en el próximo referéndum implicaría mayores riesgos para las incipientes democracias latinoamericanas, y una mayor oportunidad para los caudillos respaldados por el autócrata caribeño.
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