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31 may. 2008

Ejemplo de Romualdo Por Daniel Salas

Se han escrito ya varias opiniones en torno a la muerte del poeta Alejandro Romualdo, cuyo Canto coral a Túpac Amaru es más popular que lo mejor de su obra. Veánse, como ejemplo, los textos de Rocío Silva Santisteban y de Javier Gárvich, quienes coinciden en lamentar la condición modesta en la que murió uno de nuestros poetas mayores.

No comparto la lamentación por la pobreza cuando ésta es una opción elegida y, lo que es más importante, la consecuencia de haber asumido a plenitud una ética. Por el contrario, me parece que reclamar la atención sobre ella es, finalmente, no respetar la decisión personal de quien decide ponerse al margen de los valores más comunes. Porque para “estar en poesía” como decía Emilio Adolfo Westphalen, resulta necesario rechazar la fealdad, la sordidez, la vulgaridad, la insensibilidad y la codicia que abundan en la vida en común. Y, muchas veces, ello significa renunciar.

La poesía es una búsqueda del sentido, un vehículo para plantearse una relación con el lenguaje. Por ello mismo, muchas veces deviene un distanciamiento del mundo e, incluso, la asunción de una vida ascética y ermitaña. No tiene nada de raro, entonces, que un gran poeta sea un excéntrico porque su manera de experimentar el lenguaje es excéntrica.

Entonces uno no escribe ni lee poesía para hacerse rico sino porque encuentra en ella una dimensión de la experiencia que no puede ser comparada a la que ofrecen las satisfacciones materiales. Por eso, cuando esta manera de ver el mundo se vive intensamente, ciertas comodidades que la mayoría considera imprescindibles para la felicidad burguesa ya no lo son. Estando yo, como lo he señalado varias veces, plenamente a favor del capitalismo, me siento principalmente a favor de la libertad y, con mucho entusiasmo, del lado de aquellas personas que, con su palabra y su ejemplo, nos señalan que la vida buena posee muchas dimensiones, que acceder al poder y acumular posesiones no es ninguna señal de plenitud ni de felicidad y que, a fin de cuentas, la poética y la ética son una.

En la muerte de Romualdo encuentro, pues, una fuerte lección moral y una llamada de atención sobre el intenso ruido de una sociedad que nos oculta otras formas de buscarle significado a la existencia.
Foto de la casa del poeta tomada de aquí en donde se cuenta cómo Romualdo rehuía las entrevistas:
— Ahora no me siento bien. Tal vez en otro momento. Ya veré
— ¿Será posible en otro momento?
— Sí. Otro día. Déjame una nota por debajo de la puerta.
— ¿Se la puedo dejar hoy?
— No. Las cosas se hacen con calma.

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2 abr. 2008

El poeta Por Silvio Rendon

En leyendo cosas tan disímiles como los Poemas de Melissa Patiño escritos en la cárcel (la joven poeta encarcelada hasta que las autoridades encuentren la forma de acusarla de algo), a Mauricio Mulder en No todos son, pero sí los hay de Maurico Mulder ("Esa izquierda, la verdadera, es decir la chola, la sindical, la gremial") y el debate en el IEP sobre el choleo en el Perú, me vino a la mente esta canción del gran Atahuallpa Yupanqui:



No pienses que eres distinto que eres igual que todo el mundo. No mires al pueblo desde afuera sino desde adentro. Formas parte.

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16 mar. 2008

La culpabilidad del poeta (y de la bailarina y del psicólogo) Por Silvio Rendon

Hace poco Gustavo Faverón escribía:
La inocencia del poeta
Sobre la santidad de quien escribe poesía

Todos somos poetas
Más sobre la detención de Melissa Patiño.
En estos posts sostenía que los escritores del entorno de Melissa Patiño pedían su liberación sólo en base a la condición de poeta y de joven de ésta, lo cual estaba mal: el que sea poeta no le confiere ninguna santidad a nadie. Le expresé mi desacuerdo (ver comentarios en esos mismos posts), pues, entre otras cosas, no vi esa actitud en dichos escritores. El gobierno acusaba a Patiño de "terrorista" por participar en un evento "bolivariano" en Quito. Más aún, según lo cuenta Correo, el gobierno insiste en su acusación:
Sí existen vínculos de “bolivarianos” con el terrorismo
VICEMINISTRO DEL INTERIOR ACLARA QUE HAY HECHOS CONCRETOS QUE LOS VINCULAN CON SUBVERSIÓN
Pero no se nos dice qué "hechos concretos" ni qué subversión. ¿Cuánto tiempo puede estar una persona detenida en el Perú sin una acusación sustentada?

Y el tema se va agravando (Presos en Dircote en ayuno), genera rechazo en más sectores (ver El macarthismo peruano de Alberto Adrianzén) y como dice la propia acusada en Habla Melissa, la poeta encarcelada, la acusación es surrealista.

Más aún, El Comercio generalizó la acusación de "terrorista" a más gente (ver más en Carmen Azparrent: libertad inmediata !!).

El día de hoy nos enteramos que hubo un rastrillaje de poetas en jirón Quilca. Y dale la policía a pedirle los DNIs a la gente que está en los bares, poetas.

Al parecer la polícia ha hecho un profiling de carácter ocupacional y político. No es la primera vez que ocurre. Cuando capturaron a Maritza Garrido-Lecca en la sociedad limeña hubo una gran paranoia, pues parecía que ahora toda persona dedicada a la danza ya fuera una senderista. En setiembre de 1992 diversas personas dedicadas a la danza aparecieron como sospechosas de senderismo. La presión y el miedo llegó a tanto que algunos se presentaron a DIRCOTE para despejar toda sombra de sospecha sobre sí. O cuando Mario Poggi ahorcó a Diaz Balbín, ya parecía que todos los/as psicólogos/as fueran poco menos que unos locos asesinos. Las asociaciones profesionales tuvieron que desmarcarse de Mario Poggi y aclarar que no era psicólogo sino sólo bachiller en psicología, denominación que los medios adoptaron inmediatamente para referirse a este señor.

En suma, dedicarse a alguna actividad no te da ninguna santidad, pero ¿qué tal si te criminalizan y estigmatizan por ser poeta, bailarina o psicólogo? En el caso de Melissa Patiño y de otras personas, lamentablemente el gobierno actual está cayendo en esta disparatada actitud. A este paso tendremos una fila de poetas presentándose en Dircote ya no para protestar, sino para entregarse de frente...

A ver si se corrige el rumbo. Que se siga investigando sobre la infiltración chavista en el Perú, pero que se deje a toda esta gente en libertad que es lo correcto.

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28 nov. 2007

Románticos y poseros Por Jorge Frisancho

Hace unos días, Gustavo Faverón le dedicó un post de su blog Puente Aéreo a la poeta peruano-española Montserrat Álvarez, a propósito de una entrevista concedida por ésta al diario El Comercio. En su post, Faverón desestima la poesía de Álvarez, que le parece “tópica, sordomuda, superficial y efectista”. Más aún, sugiere que se trata de una posera, fenómeno, asegura, bastante común en la escena literaria limeña, donde hay “más poses que en cualquier ejemplar del Kamasutra”.

Sobre el primer punto en realidad no hay mucho que decir. Es obvio que a Faverón —un crítico astuto e inteligente, y un escritor usualmente grácil— no le gusta el trabajo de Álvarez, y se me ocurre que pocos argumentos podrían hacerle cambiar de opinión. Esto no significa que los argumentos no existan: por ejemplo, lo que Faverón ve como acartonamiento puede también interpretarse como formalización, un uso específico de la retórica tradicional para producir determinados efectos textuales (en mi opinión, esta es una de las virtudes de la escritura de Álvarez, no uno de sus defectos). Pero en realidad es el segundo punto el que me interesa destacar ahora, porque me parece más interesante.

Faverón nos dice que Montserrat Álvarez es de la clase de poeta que “escribe cuatro líneas y las llama geniales, el que pregona su talento, se bautiza elegido, se señala a sí mismo como distinto a los demás”. Ella, afirma el crítico, “cree que cada vez que junta papel y lápiz produce discursos sagrados, incontestables, indestructibles y naturalmente superiores a cualquier crítica que se les plantee. Piensa en su poesía como dios pensaría en sus monólogos divinos: palabra escrita en piedra, inmarcesible”.

La pregunta que me parece crucial es esta: ¿cómo sabe Faverón que estas actitudes —equivocadas o no, justificadas o no— son, en Álvarez, fundamentalmente insinceras? Llamar posero a un escritor es afirmar algo sobre la relación que tiene con su discurso: el epíteto nos dice que esa relación es deshonesta, falsa, puramente instrumental. Un posero adopta ciertas actitudes —ya sea en su conducta, ya sea en su uso del lenguaje, por lo general en ambos terrenos— con el objetivo de promover su perfil y hacerse propaganda, no porque crea sinceramente en lo que esas actitudes implican o comunican. Así, Faverón no acusa a Álvarez de estar en un error, o de ser arrogante, o de decir tonterías: la acusa de no ser auténtica. Repito la pregunta: ¿cómo lo sabe?

El juicio de Faverón (“Montserrat Álvarez es una posera”) se basa en un presupuesto sobre el carácter de la escritora, antes que en cualquier cosa que ella haya dicho o escrito; por más extraordinarios, desmedidos o desatinados que puedan parecerle los poemas o las declaraciones en cuestión, nada en ellos indica que no son genuinos. En otras palabras, nada en ellos indica que Montserrat Álvarez no cree en realidad en lo que está diciendo. Más bien, lo opuesto es más factible. La poesía de Álvarez sabe ser sardónica, tiene sentido del humor, se mueve con frecuencia hacia la imprecación y el improperio, pero nunca es irónica. Nunca, en otras palabras, dice una cosa queriendo significar otra. Es razonable colegir que el mismo espíritu anima sus declaraciones públicas, no importa cuán estrambóticas le resulten a Faverón o a cualquiera.

Otra pregunta, entonces, se hace necesaria. ¿Por qué reacciona el crítico con tanta animadversión? ¿Por qué decide interpelar a Álvarez en términos personales, términos que aunque quieren parecer estéticos son en realidad predominantemente éticos? Intuyo que lo que hay aquí es un impase en el nivel de las ideologías. Porque, a fin de cuentas, lo de Álvarez es sobre todo una postura ideológica: sus declaraciones, su personalidad pública y sus poemas se empeñan en rearticular la idea romántica de lo literario, una visión del artista, sí, como genio separado y distinto del resto de la sociedad, y de la poesía como un ejercicio sublime desprendido de todo condicionamiento material.

Se le puede objetar mucho a este discurso, pero —déjenme repetirlo una vez más— el hecho de que un poeta lo haga suyo y lo pregone no es indicativo de una ausencia de sinceridad (tampoco lo es, por cierto, de su presencia). Álvarez es una romántica, en el sentido literario e ideológico del término. ¿Quiere decir esto que es también una posera? Sólo si uno cree, como Faverón parece creer, que esta ideología es inmediata y necesariamente falsa, que nadie puede expresarla sin estar mintiendo, que nadie puede creer realmente en tales cosas.

Y esta otra postura, la que le estoy atribuyendo a Faverón, es también una ideología de lo literario. Más contemporánea quizá, más acorde con el espíritu de los tiempos, pero no dotada, en principio, de mayores contenidos de verdad. Lo que no cabe en ella —y esto es fundamental— es una noción como la de autenticidad (o, para usar el término historicamente apropiado, organicidad) tal como la entendían los escritores románticos, que es el mismo sentido en el que la entiende Álvarez.

Esto explica, creo yo, el mal ánimo de la nota de Faverón, la rapidez con la que se entrega al improperio, lo fácil que le resulta moverse de cuestionar la calidad de la poesía de Álvarez a cuestionar el carácter y las motivaciones de la autora. En sus poemas y sus declaraciones públicas, Álvarez articula y defiende sus opciones como fieramente auténticas, y con ello cataloga, implícita y explícitamente, las opciones de muchos otros —académicos, jornaleros del lenguaje, poetas que de día son (somos) oficinistas— de su contrario. Lo que nos dice es que los inauténticos y los deshonestos somos todos los demás. La posibilidad de que esté en lo cierto produce ansiedad. Y la ansiedad nos obliga a gritar, por toda respuesta: “¡Posera!”

Quizás hemos llegado al punto en el que la ideología romántica de la literatura está pasando a hacerse un impensable. Quizá ya sólo podemos responder a sus demandas e interdicciones, que son las de Montserrat Álvarez, con escarnio e insultos, poniendo en tela de juicio las intenciones del mensajero en lugar de enzarzarnos en una conversación con el mensaje. Si es así, creo que se trata de una pérdida: se nos está yendo algo que ha sido, aunque incómodo, valioso y fructífero durante varios siglos en la literatura Occidental. En todo caso, la insistencia de Álvarez en ese reclamo de autenticidad me parece digna de ser bienvenida, y su visceral rechazo por parte de Faverón me parece sintomático, además de lamentable.

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12 set. 2007

Bienvenido Fredy Roncalla Por Silvio Rendon

Se une al Gran Combo Club Fredy Roncalla, ensayista, poeta y artesano residente en el área de Nueva York. En estos enlaces se pueden apreciar algunos trabajos de Fredy:
La producción artesanal de Fredy puede apreciarse aquí.

Fredy tiene una producción escrita trilingüe, en quechua, castellano e inglés. Esperamos sus aportes a esta bitácora y le damos la más calurosa bienvenida.

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