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19 jul. 2008

Una respuesta: la choledad y el humor Por Daniel Salas

Había decidido no volver a discutir el asunto del cual se habló aquí porque creía que ya estaba aclarado. Ocurre que uno de los bloggers de Choledad Privada parece sentirse malamente aludidos por algunos comentarios que escribí para este post de Martín Tanaka. Si los leen, comprobarán que me ceñí a proponer la existencia de una sensibilidad neocostumbrista que se ve reflejada en varias formas de escritura una de ellas, el blog Choledad Privada. Esto no es ofensivo, por supuesto, es una manera de clasificar; si no les gusta o no les parece, los bloggers de ChP podrían responder mostrando su desacuerdo y explicando por qué.

Pero no lo hicieron así; en lugar de ello, se inventaron chistes malos y personajes de ficción a fin de burlarse parabólicamente de quienes objetamos ciertos aspectos específicos de su discurso. Esta manera de responder es muy típica, no de los peruanos ciertamente, sino de los que no saben responder con argumentos a los argumentos ajenos. En lugar de decir “estás equivocado por X, Y y Z razones” contestan “nos odias” o “eres un tal por cual y siempre has sido así”.

Como dije, había pensando dejar el asunto ahí, ya que yo no puedo responder en nombre del personaje que se inventan (y que no se parece a mí ni a nadie de los que han objetado con razones, ni en cuanto a extracción social, ni en cuanto a biografía, ideas, intereses y propósitos). Por otra parte, si los de Ch P tienen algún problema o no les gusta lo que digo lo pueden comentar aquí, a fin de tener una conversación franca (como deberíamos estar acostumbrados a tener los peruanos), en lugar de ir a otros blogs cuyo espacio no cabe invadir.

Pues bien, paso a transcribir lo que dice Chuto en el blog de Martín Tanaka y a responder por partes:

Copiamos el comentario que dejamos en el blog del ocraM a propósito de esta discusión:

Algunos mitos excesivos sobre el humor (y sobre Choledad Privada a propósito que el estimado señor Salas nos nombra):

1) creer que el humor te tiene que dar risa.
El humor sirve para reflexionar, tiene un hondo sentido de lo académico, por supuesto, pero no es explícito ni se usa como mecanismo para proyectar el mensaje. El humor de Choledad Privada no es burla, no es la Paisana Jacinta ni Risas en América donde sí muchas veces reproducimos prejuicios con una risa vacía e hiriente. Quizás pasa lo mismo con Rafo León, su humor no tiene por qué agradar, sólo es humor y para hacerlo tiene que caricaturizar, no pretendamos llamarle a eso "generalización".

¿El humor no te tiene que dar risa? Bueno, al menos tiene que provocarte una sonrisa. Si no, no es humor. El humor, en efecto, es reflexivo y ello no se contradice con el efecto de la risa. Por otra parte, reconozco que Ch P no es la Paisana Jacinta ni Risas en América, pero por las razones que expone el comentario, ya que post de Miguel Rodríguez Mondoñedo sí ha llegado a demostrar que, a pesar de la onda integradora que expone ChP, hay al menos un post que es hiriente y reproduce prejuicios.

2) creer que el humor es burla.
Las manifestaciones de humor social y polìtico se abocan a caricaturizar, exagerar, llevarte a extremos para que dentro de ese sinsentido te veas reflejado y resultes en un momento reflexionando sobre lo ridìculo que se ve tal o cual pràctica o tal o cual prejuicio. Que si Memìn Penguìn es discriminador, que si el Chavo, que si la china Tudela, ¿a dónde nos lleva más bien esta limitada manera de ver el humor como agresivo, insultante y prejuicioso? Cuando ven Matrimonio con Hijos, Los Simpsons, etc. acaso piensan que todos los norteamericanos son así, acaso ese es el mensaje que nos llevamos, acaso esos creadores tiene como fin fortalecer esas etiquetas? O es que más bien cuando te ríes de Homero, te ríes de una parte de la sociedad occidental que no queremos, condenamos y queremos cambiar? Ya pues, cholegas.

Yo nunca he dicho que el humor sea equivalente a la burla. Precisamente el post que aludo distingue humor de ridiculización. El humor, en efecto, es una forma de crítica reflexiva. La burla o ridiculización apuntan hacia el mero insulto. Normalmente, si no siempre, la ridiculización nace de la ignorancia y el prejuicio. El humor implica extrañamiento, es decir, la capacidad de mirarse a sí mismo desde una perspectiva ajena. Para el caso específico que discuto, el blogger no explica bien por qué el tema de este post, es decir, la adaptación al dejo extranjero, debería ser “una parte de la sociedad occidental que no queremos, condenamos y queremos cambiar”. La adaptación al dejo es un fenómeno natural que no puede ser ni condenado ni deberíamos querer cambiar, así de simple. El aludido post de Ch P consiste en ridiculizar un hecho que se produce universalmente. En efecto, un hecho universal se presenta como particular, como algo típico de los peruanos, para luego burlarse de los “cholos” que atraviesan este proceso. Si eso no es desconocimiento y apuntalamiento de prejuicios, ¿qué es?

3) creer que Chuto quiere hablarnos de una choledad privada por TODOS los peruanos (así como creer que la china Tudela es el símbolo patrio de la pitucada limeña).
Chuto quiere hablar sobre la choledad de la que se priva un grupo de peruanos que desde la perspectiva segregadora de las élites se retrata a sí misma muchas veces como snob y no se pone en los zapatos de una choledad más intregradora. Que es una perspectiva específica, claro. No pretenderán que Chuto = peruano = cholo. Chuto es un personaje y Tuco, otro. Son personajes que se parecen a nosotros de alguna forma.

Que alguien pueda leer el artículo de Rafo León y encontrarse reflejado (aun cuando sea el 5% de la población limeña) ya es un éxito, porque después de todo es EL COMERCIO, el público objetivo es ése.

Bueno, he leído varias veces este párrafo y me resulta incomprensible. Veamos: si la choledad es el signo distintivo de todos los peruanos, entonces los elementos que definen la choledad deben describir correctamente a todos los peruanos. Si esto último no es así, debemos reconocer que la choledad no es una generalidad sino en cambio una condición específica de un grupo de peruanos. Sea comos sea, el problema con ambas ideas es que una buena cantidad (si no todo) lo que los peruanos hacen también lo hacen otros seres humanos. Por ejemplo, adaptarse al dejo extranjero.

Esto, que me resulta obvio, parecer ser un razonamiento que el blogger no termina de aceptar. La causa de esta resistencia me parece bastante simple: si Chuto reconoce que la choledad no es general a todos los peruanos, como tampoco específica, entonces su propuesta de humor colapsa, ya que las críticas de costumbres que ofrece no son propias de la comunidad a la que se dirige ni se reducen enteramente a ella.

Sin duda, en el Perú hay muchas cosas que deben cambiar. Igualmente, el humor puede ser un arma para reflexionar inteligentemente sobre ellas y mantenernos alertas sobre su presencia. Lo que no acepto es la necesidad imperiosa de imaginar una esencia identitaria. Sería bueno que el blogger de ChP explique si cree o no en ella porque de este modo podría comprender mejor su posición. Cuando uno desagrega los elementos de un problema puede ver su simplicidad. Esta es la aproximación que trato de usar siempre porque me parece la más efectiva.

Esa es, por cierto, mi modesta sugerencia y ha sido el mensaje que subyace en lo que escribo como investigador y como blogger. A quienes les parece absurda les pediría que me lo expliquen con argumentos, en lugar de crear personajes imaginarios para ridiculizar a quienes no estamos totalmente de acuerdo con lo que proponen.

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14 jul. 2008

Aproximación analítica a lo cholo (Segunda parte) Por Daniel Salas

En el post anterior expliqué que “cholo” no puede querer decir “peruano”. En consecuencia, “choledad” no puede querer decir “peruanidad”, sino un subconjunto de la peruanidad. En otras palabras, no todos los peruanos son cholos. Si es así ¿por qué se insiste en convertirlo en una categoría homogeneizante y hegemónica?

En la versión de Javier Gárvich lo cholo no es ni homogeneizante ni hegemónico. Él sostiene: “veo a lo cholo como algo intrínsicamente alternativo. El acceso a la globalización como un proceso autónomo, independiente, sin pasar por las horcas caudinas de los discursos hegemónicos y a un precio simbólico negociado”.

Ahora bien, a pesar de que su punto de vista es claramente distinto, Gárvich muestra simpatía con quienes piensan exactamente lo opuesto a él. En efecto, en su post afirma “Incluso se miraba con bastante desconfianza (y para algunos comentaristas con mucha crítica) al sugerente blog Choledad Privada , portador de un discutible discurso más permeable a ese término tan espinoso y que parece oponerlo arbitrariamente frente a la manifiesta pluralidad de este país”. ¿Por qué Javier Garvich enuncia una teoría y a la vez muestra interés por la teoría contraria?

Mi respuesta a las dos preguntas es que lo cholo es un lecho de Procusto en el que cualquier cosa puede caber. Ello es posible porque su finalidad no es operar como categoría sino integrarse a un discurso gratificador que produzca la ilusión de que estamos comprendiendo y superando ciertos problemas. El mismo Gárvich admite que la ambigüedad del término lo enriquece: “quizá la propia ambigüedad de la "choledad" sea algo positivo, que implique algún rasgo común de nuestra declarada pluralidad.” Es decir, el mismo Gárvich percibe que la palabra es usada de modos contradictorios y en lugar de desagregar estos usos diversos, se arriesga a sostener que es mejor no resolver esa dificultad. En otras palabras, dejar de analizar es mucho más enriquecedor que analizar.

Por supuesto, analizar te permite observar que los fenómenos del lenguaje no funcionan como aparentemente funcionan (*). Por ejemplo, te permite entender que los juegos del lenguaje no son consistentes entre sí y que, por tanto, una palabra usada en juegos diversos no es la misma categoría. Cuando no se analiza, ocurre lo contrario: varias palabras parecen ser la misma y ello a su vez crea la ilusión de que esa súper-palabra posee un poder especial (**). En este caso, “cholo” es un vocablo usado en sentidos distintos y contradictorios y ese mismo hecho le permite convertirse en candidato de fuerza para sostener varias y contradictorias teorías a la vez. La contradicción de las teorías, por supuesto, no es importante, porque la coherencia se forma en el propósito. En este caso, la finalidad es crear el espejismo de una fuerza contra-hegemónica.

Pero en primer lugar, ¿qué es lo hegemónico en el Perú? ¿La música del Grupo 5 o la de Celso Garrido Leca? ¿El Especial del humor o Yuyachkani? ¿El discurso de Vladimiro Montesinos o el de la CVR?

Para exponer la incoherencia de este discurso, cito este fragmento del mismo Gárvich: “En un asentamiento humano del sur, las chicas bailan reggaeton los fines de semana, ven por la tele las telenovelas cumbiamberas y el domingo hacen su festidanza folklórica bailando en el colegio. No se hacen paltas, pero esas chicas -adolescentes todas- ya construyen su discurso.”

Según Gárvich, hay un discurso porque las chicas hacen A, B, y C. La pregunta es si acaso no habría también un discurso si las chicas hicieran X, Y y Z. Por ejemplo, si bailaran danza moderna, vieran películas de Lynch y el domingo estuvieran trabajando en la puesta de La casa de las muñecas. Gárvich tendría que explicar qué tienen de especial las actividades A, B y C que las convierte en evidencias de un “discurso”. Porque si “discurso” quiere decir el inconsciente político que organiza un conjunto de acciones, entonces siempre hay un discurso, incluso si decidimos quedarnos echados y no hacer nada. ¿Que diferenciaría entonces a las chicas que realizan A, B y C de a las que no realizan nada? Y, mejor aun, ¿qué tiende de peculiarmente interesante hacer A, B y C?

En cambio, si “discurso” quiere decir una propuesta consciente de acción política, que tiende hacia la coherencia y al desarrollo de propuestas e ideas, yo veo muy pobres las actividades A, B y C y muy enriquecedoras e impactantes las actividades X, Y y Z. A, B y C no me impresionan, porque se trata de actividades gratificantes, conformistas y que evidencian el triunfo de los medios masivos y de los estereotipos fomentados por la escuela. X, Y y Z mostrarían, en cambio, una clara consciencia de que se puede salir de lo impuesto, que se puede explorar y contestar, en otras palabras, que la vida puede definirse respecto de valores y metas autónomas.

Por ello mismo, una de las cosas que me entristece y me apena de las definiciones de “lo cholo” es que se asocie esa palabra a lo mediocre, a lo conformista y a lo carente de consistencia ética. Afortunadamente, los peruanos no somos necesariamente como nos describen aquellos promotores de la medianía. Somos de varias maneras y, lo que es más interesante, tenemos, al igual que el resto de los seres humanos, la capacidad de ser mejores.

P.D. En este blog se dice "no entiendo que es lo que [Daniel Salas] realmente quiere decir al afirmar que lo cholo si es una categoria discriminatoria, aunque puede ser no racista".

Aclaro de nuevo: "discriminar" quiere decir "distinguir". Una categoría me puede servir para discriminar hombres de mujeres, otra para distinguir altos de bajos y otra para diferenciar liberales de conservadores. Cada vez que llamo "cholo" a alguien lo estoy distinguiendo de los "no cholos". Esto no necesariamente implica racismo. Mi punto es que no se puede usar una categoría que diferencia para decir inmediatamente después que no se va a diferenciar. Si todos los peruanos somos cholos, entonces la categoría "cholo" pasa a significar otra cosa. Lo que está mal es insistir en el uso ambiguo del término y sostener que estamos hablando de lo mismo.

(*) Una idea capital de Wittgenstein es que los problemas filosóficos son problemas del lenguaje. Al analizar los juegos lingüísticos, estos problemas desaparecen.

(**) Coincidentemente, Luis Aguirre en los comentarios a mi post anterior, llamaba a "lo cholo" como una "súper-raza" no en el sentido de "superior" sino de categoría racial que contiene a otras categorías raciales. Mi razonamiento es parecido y creo que se produce con muchas palabras que se usan de maneras diversas. Producen la ilusión de que son palabras que contienen, a su vez, varias palabras.

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1 jul. 2008

Aproximación analítica a lo cholo (Primera parte) Por Daniel Salas

Inspirado por este post de Javier Gárvich, he decidido escribir dos post sobre lo que pienso respecto de "lo cholo".

Esta primera intervención no toca casi nada de lo que dice Gárvich. Se trata, simplemente, de una cuestión previa antes de entrar en la discusión, una cuestión previa que considero necesaria a fin de descartar una confusión futura. Consiste en la siguiente proposición que paso luego a demostrar:

"Lo cholo no es equivalente a lo peruano".

Explicación:

Las categorías tienen como finalidad distinguir. La categoría "peruano" distingue a los peruanos de los argentinos, los colombianos, los serbios, etc. Tú eres peruano en la medida en que te encuentras frente a otras personas que no lo son.

Si todos los peruanos son cholos, entonces el término "cholo" se hace equivalente a "peruano". Las expresiones del tipo "Oye, cholo, vamos a tomarnos una cerveza" significarían lo mismo que "Oye, peruano, vamos a tomarnos una cerveza".

Uno es peruano en la medida que existen los no peruanos. De la misma manera, uno es cholo en la medida en que existen los no cholos.

Entonces, allí subsiste la posibilidad del vocablo de discriminar. "Discriminar", por cierto, no siempre es una operación racista: en un sentido lato, "discriminar" significa "distinguir". Tú puedes discriminar a tu amigo como cholo en tanto que lo percibes diferente del asiático, del negro, del blanco, etc. Sólo cuando la discriminación implica una valoración prejuiciosa de la persona en razón de tal distinción, se puede hablar de discriminación racista. Dicho de otra manera, todo uso de la palabra "cholo" es discriminatorio pero no toda discriminación es un prejuicio racista. "Cuando te llamo "cholo" no te discrimino", diría Gárvich. Esa es una meridiana verdad, nacida de la confusión entre "discriminación" y "discriminación racista". Tal vez no me discriminas prejuiciosamente (no eres racista) pero estableces una diferencia racial de todas maneras.

En efecto, la categoría "cholo" posee originalmente un sentido despectivo que trata de ser revertido en los llamados "sentidos afectuosos" y en la vindicación de la "choledad" como rasgo identitario de los peruanos. Estos usos existen y no pueden calificarse de racistas pero (este es el punto capital de mi análisis) no terminan de borrar la diferencia.

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24 jun. 2008

Ese dejo no me gusta Por Daniel Salas

Desde hace algunos meses ha empezado a circular un debate sobre "lo cholo en el Perú". Mi impresión es que es un debate desarrollado a partir de discursos intuitivos. Para que haya debate productivo, tendrían que definirse bien las categorías y habría que convocar a expertos con opiniones contrapuestas. Cuando discuten los "blogstars" de la "cholósfera", por ejemplo, uno ya sabe a quiénes se invita (los mismos de siempre), lo que van a decir (un conjunto de generalidades) y de qué lado van a estar (a favor de la homogeneidad). También sabe que va a ser una discusión de inexpertos. Como dice Andrew Keen aquí, en una democracia uno debe saber cuándo puede hablar y cuándo debe estar en la audiencia.

Yo ahora me pongo en la audiencia porque Miguel Rodríguez Mondoñedo, lingüista peruano, ha escrito un excelente post sobre el dejo de los peruanos, la discriminación lingüística y la diferencia entre humor y ridiculización a propósito de este otro post del blog Choledad Privada un blog que, pretendiendo ser reivindicativo, fomenta la autodiscriminación y la idea fatalista de tener que "aceptarnos como somos". El análisis de Miguel Rodríguez es preciso, informador y muy agudo en lo que respecta a alertar sobre nuestros prejuicios lingüísticos.

A lo que explica muy bien Miguel Rodríguez me gustaría comentar la fuerte necesidad que tenemos las sociedades humanas de negar el azar y, en lugar de aceptarlo, explicar nuestra historia y nuestra condición social en términos de necesidad. La peruanidad, que ahora otros llaman la choledad, es uno de esos laberintos del azar de la historia que tienen que ser imaginados como un conjunto de rasgos necesarios y coherentes. Por ello tendemos a convertir una descripción de nuestra cultura en una cuestión identitaria e, incluso, en una fatalidad. Antes lo hicieron con la historia peruana los españoles imperialistas, luego fueron los criollos y ahora son los teóricos de la choledad. Los actores son diferentes, pero el intento de homogeneización y el ideologema fatalista son iguales.

Como repito, creo que tendría que haber debate pero para ello sería necesario que quienes defienden la teoría de la choledad intentasen comprender los argumentos de la posición contraria. Ojalá ello ocurra y no se malentienda mi opinión como un asunto de inquina.

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20 jun. 2008

"Qué te parece, cholito" Por Silvio Rendon

Dos escuelas de pensamiento: la que dice que la palabra "cholo" es despectiva y, por lo tanto, no debe usarse. Y la que dice que sí, normal nomás.

En la primera estaría (sin pretender ser una lista exhaustiva y por mencionar entradas recientes en la blogósfera peruana) claramente Peruanista (Cholo y el significado de cholo) o posiblemente Beatriz Boza (según señala el periodista Marco Sifuentes en The Ch-word).

En la segunda escuela estaría Choledad Privada (ver video aquí) y los "starblogs" agrupados alrededor del concepto de "cholósfera", que está lejos de ser consensual incluso en el Perú (Fuera del país, en Wikipedia, lo consideran una "broma interna").

Al parecer el origen de Cholo es despectivo. No es una forma como la gente quisiera ser identificada, de una forma despectiva. Claro, el término se ha popularizado y ya es hasta un timbre de orgullo, como por ejemplo señala en "Cholo con orgullo" el gran Artemón Ospina (1).


En mi opinión se trata de un esfuerzo de resignificación incompleto. En ciertos segmentos del Perú se ha aceptado el término a través del uso de diminutivos o tonos supuestamente cariñosos o intentos de resignificar el término y darle una connotación más positiva y reivindicativa. No acaba de cuajar. Y no va camino a cuajar porque sencillamente en el Perú es una alusión de carácter racial y a lo que aspiramos es a una sociedad en que lo que mande no sea el color de la piel sino el contenido del carácter, como dijera Martin Luther King. Lo que hay que afirmar es que nadie sea discriminado por razón de su raza, género, estilo de vida, idioma, discapacidad. El permanente uso de esta palabra no contribuye a crear una cultura de no discriminación.

A una persona que uno no conoce no se la puede llamar "chola" (salvo, tal vez, al "Cholo" Sotil, por su popularidad y porque adoptó esta denominación. Hay pocas excepciones) y definitivamente si una persona no acepta esta forma de ser llamada, uno debe abstenerse de usar ese término. No es que esa persona "objetivamente" sea "chola" y deba aceptar que la llamen así. No. Se trata de contrucciones conceptuales, subjetivas, a las que la gente puede adscribirse o no. Usualmente la gente no las acepta: "Tú me llamas "cholo" y quieres que no me pique. Si yo te llamo "blanco" o "colorado", ya veremos quién se pica". Mejor tener la fiesta en paz y olvidarse de las alusiones raciales. Hay mejores formas de relacionarnos.

____________________________

(1) Quien, por cierto, tiene esta intepretación del último 6 a 0:
"El 6 – 0 es un homenaje al glorioso 6 – 0 de Argentina 78, treinta años después, volvemos a saborear el sabor salado de un 6 – 0. Claro que esta vez no hubo presión política, ni cuantiosos sobornos, esta vez fue un 6 – 0 por meritos propios".

Leerlo completo.





Don Cholito, personaje del artista portorriqueño Jose Miguel Agrelot.



Normal, nomás.


Imagen tomada de aquí












Un "cholo" de Nueva York.

Insulto "normalizado" y "resignificado".

"New York Cholito", imagen de aquí.










Lo que lo hace "cholo" no es la raza, sino el estilo de su vestimenta:

A cholo is term implying a Hispanic male that typically dresses in chinos (khahki pants), a wifebeater sleeveless teeshirt or a flannel shirt with only the top buttoned, a hairnet, or with a bandana around the forehead, usually halfway down over the eyes. Cholos often have black ink tattoos, commonly involving Catholic imagery, or calligraphy messages or family names.
Ver aquí



Imagen tomada de aquí




Rosa Fornés, cantando "Qué te parece, cholito" en una película mexicana de 1951:





Y otra versión, más moderna, boricua:



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21 may. 2008

¿Quién necesita la identidad nacional? Por Daniel Salas

El problema de la ‘identidad nacional’ en el Perú es una vieja preocupación que ocupó a la izquierda y a la derecha y que a estas alturas ya debería estar enterrada. Pero el sentido común parece insistir en estos asuntos bajo la forma de preguntas como ¿formamos los peruanos una nación? Y si es así ¿cuáles son los rasgos que nos dan identidad? Todavía hay quienes se plantean esta clase de preguntas. Mi invocación es, simplemente, abandonarlas por completo y preocuparnos de otros asuntos verdaderamente urgentes. Este fragmento de un post de Laura Arroyo me sirve de ejemplo:

En contextos tan pluriculturales como el nuestro (y otros países, sin
duda alguna) eso de reconocerse como parte de un grupo resulta bastante
complicado.

El período de conflicto interno nos recordó, justamente, que esa colectividad llamada Perú no existía realmente. Para no ir más lejos, las elecciones del 2006 también indicaron que, en buena cuenta, eso de “un solo Perú” es un bonito discurso pero nada más.

No podemos hablar de un país integrado cuando representantes
políticos importantes como un ex premier, ministros o candidatos
presidenciales se permiten comentarios del tipo “en la sierra el nivel de IQ
es menor”, “las llamas y las alpacas no deberían votar”, entre otras
perlitas igual de absurdas. De hecho, copio esta idea de Rolando Ames quien
mencionó en una clase que, dichas afirmaciones resultaban más provocadoras
que el discurso de Ollanta Humala. Y tiene razón. Entonces, ¿de qué Perú
estamos hablando?

Por ello no resulta tan tirado de los pelos cuando algunas personas
afirman que en realidad, lo que hay en nuestro país son muchos “Perúes”. Ahora
bien, aquí cabría hacer una precisión. Sí podríamos conformar una colectividad
fuerte y con identidad pues tenemos muchas cosas en común. El detalle está en el
cómo.

Un aspecto sobre el que quiero llamar la atención es la reiterada imagen del Perú como un país ‘pluricultural’. Me cuesta comprender que posea tanto poder imaginativo porque lo interesante, lo revelador, lo asombroso ocurrirá el día en que algún investigador descubra finalmente algún país ‘monocultural’ en donde la diversidad se haya extinguido.

Pero acaso más importante que ello es no olvidar jamás que la tesis de que los países corresponden a naciones homogéneas fue un ideal decimonónico sustentado en la idea de que las delimitaciones políticas expresaban esencias identitarias. Después de tanto tiempo de darle vueltas al mismo asunto ya deberíamos entender que perseverar en la búsqueda de un Estado-nación es involucrarse con un proyecto político que implicó genocidios, linguicidios y etnocidios, además de fatigosos tratados y debates sobre los caracteres nacionales.

Sin embargo, la diversidad en el Perú sigue causando una inusitada angustia, la que a su vez produce discursos identitarios y políticos que pretenden revertir la exclusión invirtiendo los polos. 'Lo cholo', por ejemplo, aparece ahora como una respuesta imaginaria a las fisuras sociales y confiere un carácter cohesionado y afirmativo a un conjunto de prácticas irregulares y contradictorias que, para los peruanos, ni son comunes ni son propias. Véanse algunos ejemplos de ese discurso aquí y aquí.

Alguien podría objetar que se trata de propuestas minoritarias, que apenas reflejan la sensibilidad de pequeños grupos que aparecen en el ciberespacio. Es posible. Pero entonces cómo explicamos el fenónemo del etnocacerismo, que logró capitalizar un importante apoyo popular, hasta el punto de reconfigurar lo que significa hoy ser de izquierda en el Perú.

Por supuesto, la idea de que ‘todos somos cholos’ se alza como respuesta al menosprecio y al (aun más deprimente) automenosprecio que están indiscutiblemente presentes en nuestra vida diaria. La expresión ensalza los rasgos físicos y culturales minusvalorados, despreciados e, incluso, temidos. Pero implica dos serios problemas: por un lado, reitera el error de anular las diferencias, imponiendo una identidad en posición hegemónica (¿qué pasa con los afro-peruanos, por ejemplo, o con los indígenas de la Selva? Muchas veces se habla como si ellos no existieran); por otro, debido a la simplicidad de su análisis, reproduce la idea de que la ‘peruanidad’ está indisolublemente ligada a lo informal, lo chicha, lo fastidiosamente colorido, lo iletrado e, incluso, lo hipócrita. Finalmente, no se termina de salir de la idea de que los peruanos ‘somos así’, como si nuestro carácter fuera una seña positiva de identidad y, a la vez, paradójicamente, un mal incurable. ‘Lo cholo’ se convierte de tal manera en un motivo conservador, que nos ahorra el trabajo de comprender los mecanismos de exclusión y desigualdad, o bien una forma pervertida de orgullo que justifica el poder de los abusivos, los pícaros y los incapaces. Nos impide, por ejemplo, plantearnos el serio problema de por qué hay funcionarios que creen que el cociente intelectual está relacionado con la capacidad de respirar oxígeno o por qué los empresarios no pueden todavía comprender que las comunidades indígenas responden a sus intereses.

¿Cuál es la alternativa a ‘la identidad’? Para mí, la respuesta es muy sencilla: la ciudadanía. Esta no implica ni asimilación ni integración de unos sobre otros, ni siquiera exige que nos identifiquemos con las costumbres y valores ajenos; se trata de un modelo más simple y pacífico, como es el reconocimiento ético y jurídico de todos. Muchas cosas buenas pasarán en el Perú cuando empecemos a ver a los otros como personas racionales que poseen sus propios intereses y que pueden imaginar por su cuenta sus propias expectativas.

Mi propuesta es, pues, poner a un lado los falsos problemas y, en lugar de ello, abordar los que sí importan. Hay una frase brillante de Ludwig Wittgenstein, maestro del pensamiento claro, que resume mi posición: “¿Cuál es mi tarea en la filosofía? Sacar a la mosca del mosquitero”.

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