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16 nov. 2008

1962: el golpe que la embajada americana trató de impedir y no pudo 2 Por Silvio Rendon

En 1962: el golpe que la embajada americana trató de impedir y no pudo contaba lo relatado por Stephen G. Rabe, cuando América Latina era "el área más peligrosa del mundo". Haré aquí algunos comentarios:

1. El gobierno de Eisenhower había apoyado muy claramente a dictaduras como Batista, Trujillo, Odría, Somoza. La revolución cubana hizo que los tiempos cambien en algo, y que el mismo Eisenhower dejara de apoyar a algunos dictadores, como Trujillo, y que otros dictadores dejaran el poder. En particular, el distanciamiento con Trujillo, producido por diversos atrevimientos de este dictador (asesinato de un refugiado vasco que trabajaba para la CIA y un piloto americano e intento de asesinato de Rómulo Betancourt), contribuyó a dar credibilidad a la nueva política americana a favor del constitucionalismo. Cuando llega Kennedy al gobierno, queda claro que la política no puede ser la de los cincuentas. El anticomunismo americano tiene que ser pro-democrático y no pro-dictadura. La enseñanza para Kennedy fue que una cosa era dejar de promover dictaduras y otra muy diferente era oponerse a ellas si eso era lo que emergía de los países latinoamericanos. Una enseñanza que recuperaría importancia décadas después, una vez acabada la guerra fría en la región.

2. Kennedy no necesitaba distanciarse de los oligárquicos Prado y Beltrán. Le bastaba con esperar que funcione la alternancia, el recambio electoral, y que venga un gobierno reformista. Fue su primera apuesta. Los americanos se daban cuenta que las apariencias sobre el Perú eran engañosas. Gran crecimiento, gran estabilidad, grandes partidos de derechas, un gran partido aprista, pequeños grupos comunistas, pero veían al Perú explotando socialmente. No lo sabían a ciencia cierta, pero veían el potencial y querían anticiparse a los comunistas, no importa cuán poco numerosos fueran. Esta preocupación de los americanos de ver al Perú como un país potencialmente explosivo, en contraste a como lo ven las élites gobernantes nacionales y de su propia comunidad empresarial en el país, se mantuvo décadas después, en su apoyo a Fujimori contra Vargas Llosa, aquí. Tal vez sea una preocupación que haya vuelto a estar presente en la década actual, en que se percibe una gran intransigencia anti-redistributiva de parte de las élites gobernantes.

3. La posición anti-castrista de Prado y Beltrán era extrema incluso para los americanos. Claro, era ´la inercia de lo cultivado en la época de Eisenhower y Dulles. Notemos que los descendientes o parientes ideológicos de Beltrán mantienen esa posición extrema (Jaime Bayly llamando a la muerte contra Castro y Chávez, aquí, o Aldo Mariátegui razonando que una acción cuestionable no traerá consecuencias y pronto será olvidada: "No va a pasar de un poco de chilla y la vida seguirá igual. Ni las ONG ni la Corte de San José van a bloquearnos o invadirnos", aquí).

4. Cuando Kennedy asumió el gobierno, la relación entre el Apra y los agentes americanos tenía ya buen tiempo, promoviendo el "sindicalismo libre", con estudiantes, con Haya de la Torre y posteriormente con un embajador americano, que fue retirado del Perú a pedido de los militares peruanos por su identificación aprista. El apoyo a Haya de la Torre le vino porque lo consideraban liderando una fuerza reformista. Paradójicamente, una vez perdidas las elecciones Haya de la Torre se opuso a las reformas impulsadas por la Alianza para el Progreso, lo cual no impidió que siguieran manteniendo relaciones, que se reactivarían ante el común enemigo que fue Velasco Alvarado.

5. Los militares peruanos estaban en contra de Haya de la Torre y su partido, pero no parece que contra algún planteamiento específico o contra algún programa de reformas. La "guerra interna", como ahora se llama, de comienzos de los treintas pasaría factura treinta años después, un factor subestimado por los americanos, que pensaban que los militares reaccionaban como protectores de la oligarquía. Ya para 1965 quedaría clara la orientación "nasserista" e institucional de los militares peruanos (ver a John Gunther). De hecho, diversos aspectos de la Alianza para el Progreso ya se comenzaron a aplicar con el gobierno militar de Pérez Godoy. Aquí los militares peruanos aprendieron que se podía hacer cosas diferentes de las que los americanos querían para el Perú, en una mezcla de negociación y afirmación de una posición propia. Una enseñanza que se aplicaría en 1968...

6. En tiempo real posiblemente tocaba tener acceso a los círculos de poder nacionales o americanos para percatarse de las negociaciones entre los militares y los funcionarios americanos. No parece que fueran informaciones que trascendieran, ni siquiera hasta ahora, décadas después. Lo que se sabe es por fuentes americanas, que tienen una política de desclasificación y publicación de información. En tiempo real lo único que quedaba era interpretar señales como la campaña de USIA a favor del constitucionalismo en el Perú, las declaraciones de Kennedy, los desplazamientos del embajador. Posiblemente en el presente sean las señales a las que haya que atender para inferir que algo pasa allá dentro.

7. La reacción de los americanos ante el pacto Haya-Odría fue de una gran frustración. No se esperaban que el reformista Haya se aliara con el ex-dictador que lo persiguió. Más aún, los americanos esperaban que este gran partido populista que supuestamente tenía un gran poder de convocatoria se movilizara condenando el golpe. Les frustró que no hubiera huelgas ni protestas. El partido al cual tan comprometidamente estaban apoyando esperaba que todo le viniera de fuera. Que Rómulo Betancourt o que John Kennedy se movieran por algo por lo cual los apristas no se estaban moviendo. Esta falta de movilización hizo que los americanos se echaran para atrás en su apoyo a Haya. Posiblemente en el futuro el apoyo internacional tendría que ser completo: apoyo diplomático, externo y apoyo a la movilización interna, sino los protegidos no se movían. Si quieres hacer algo, tienes que hacerlo tú y hacerlo completo.

8. Tres décadas después, cuando Fujimori da el golpe de estado, San Roman reacciona entusiasmado, esperando que el gobierno americano lo apoye porque ya no cabían las dictaduras en América Latina. Gran error. Los americanos ya habían aprendido que incluso estando en contra de un golpe de estado, no tenían mucho margen de acción y les tocaba negociar con el hombre fuerte de turno. Una vez más, la movilización contra el golpe de estado fue mínima. No hubo huelgas. Definitivamente, en el caso del golpe de Fujimori no hubo condena diplomática externa, ni americana ni de la comunidad latinoamericana. Como se supo después, Montesinos recibió dinero de la CIA y los estafó, haciendo su propio juego, aquí. Posiblemente se haya tratado de un golpe apoyado por el gobierno americano. Las multilaterales apoyaron entusiastamente a Fujimori y sus "reformas estructurales", aquí, difíciles de realizar con un congreso en contra. San Roman no tenía una oportunidad. Tuvo que pasar algún tiempo para que el gobierno americano revirtiera su política de apoyo a Fujimori y a Montesinos. Diversas instancias, entonces, apoyaron y ampararon a organizaciones opositoras que se movilizaron contra Fujimori.

9. La intervención americana en países sudamericanos, entre ellos el Perú, es más indirecta que en países más pequeños y más débiles institucionalmente (en Centroamérica y el Caribe) donde la intervención es más directa y abierta. Sin embargo, la intervención es real, a través de presiones, negociaciones, agentes y socios locales, apoyo diplomático e informativo, chantajes económicos (como en el caso de la compra de los Mirages a Francia en 1967), financiamiento de actividades económicas y reformas (como en la Alianza para el Progreso), apoyo de candidatos en las elecciones (como el apoyo a Haya de la Torre en 1962 ó a Fujimori en 1990), apoyo a las FFOO (como el apoyo de "Superman" y "Caracortada" al GEIN o el apoyo de la CIA a Montesinos, o la capacitación a Jesús Sosa, diplomado por el gobierno americano). Una intervención que puede inclinar la balanza en la lucha política interna y decidir los destinos del país.

10. La política de Kennedy y luego de Johnson fue revertida posteriormente por Nixon y Kissinger, produciéndose el desenganche latinoamericano. América Latina dejaría de ser una región prioritaria para los Estados Unidos como lo fue bajo el gobierno de Kennedy. Es una situación que no se revierte hasta nuestros días. Desde el punto de vista económico hay otras regiones más interesantes para los EEUU.

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8 nov. 2008

1962: el golpe que la embajada americana trató de impedir y no pudo Por Silvio Rendon

En el post Velasco: el golpe que la embajada americana no impidió comentaba sobre el golpe de 1968 sobre el cual la embajada americana tuvo un indicio, pero al cual no le dio crédito alguno, por lo que la agarró de sorpresa, con la luz cortada y funcionarios de inteligencia atrapados en un ascensor. El caso del golpe de 1962 contra Manuel Prado fue muy diferente, pues se trató de una crónica de un golpe anunciado, del cual la embajada tuvo conocimiento y se movilizó intensamente por impedirlo, pero no pudo.

Lo cuenta Stephen G. Rabe en The Most Dangerous Area in the World, p. 116-123.

Era el año 1962. El gobierno de Prado era un gran aliado de los Estados Unidos durante la guerra fría y como tal se había sumado al programa de la Alianza para el Progreso. Tanto Prado como su primer ministro Pedro Beltrán eran conservadores moderados que le dieron al Perú un gobierno digno, aunque no inspirado [albeit uninspired]. Representaban a peruanos de herencia europea residentes en las áreas costeras que tradicionalmente dominaron sobre los mestizos y los grupos amerindios en las alturas andinas. Estos descendientes del imperio inca, que representaban a 50% de los 11 millones de peruanos, vivían en los márgenes de la existencia [lived on the margins of existence]. Aunque el Perú tenía un pequeño partido comunista y ningún movimiento insurgente activo, las autoridades americanas estaban preocupadas porque las horribles desigualdades "proveían una de las mejores ilustraciones de un 'potencial para la revolución social' en América Latina". En realidad, los movimientos de protesta radical y violenta aparecieron a mediados de los sesentas y explotaron por todo el Perú en los ochentas. A pesar de su preocupación por la inercia gubernamental, el gobierno de Kennedy respetaba a los gobernantes peruanos, porque éstos estaban comprometidos con una transferencia de gobierno constitucional y pacífica en 1962.

Los Estados Unidos apreciaban el apoyo del Perú, dirigido por Manuel Prado, en la segunda guerra mundial, apoyo que continuó después de revolución cubana en 1959. Manuel Prado y Pedro Beltrán fueron los más duros críticos de Fidel Castro en la región latinoamericana. Dos semanas antes de la invasión de Bahía de Cochinos Pedro Beltrán le pidió al Secretario Estado, Dean Rusk, "tomar acción rápida y decisiva" contra Castro sin preocuparse por las protestas contra la intervención de otros latinoamericanos. Añadió que "la reacción adversa no durará y el asunto será rápidamente olvidado como ocurrió con la invasión de Guatemala (1956) y el asesinato de Patricio Lumumba". Prado le dijo a Kennedy que el Perú consideraría reconocer a los cubanos anti-castristas como el legítimo gobierno de Cuba en el exilio. En enero de 1962, en la reunión inter-americana convocada para denunciar a Cuba, Rusk confesó que su mayor dificultad [sharpest difficulty] sería persuadir al Presidente Prado a "adoptar una visión firme pero razonable antes que una visión extrema y beligerante" hacia Castro (1). Este tan leal apoyo hizo que el presidente Prado tuviera el honor de ser el primer presidente latinoamericano en ser recibido en la Oval Office en Washington. En el congreso americano Prado aseguró que el Perú estaría con los Estados Unidos en la lucha contra el movimiento comunista internacional y que "whatever measures you may be required to take to combat it, you will find my country at your side."

Las autoridades americanas creían, sin embargo, que podían tener algo mejor que Prado. Ellos alentaban la elección de Víctor Raúl Haya de la Torre, líder del APRA, como nuevo presidente del Perú. El APRA era visto como un movimiento de origen revolucionario, inspirado en la revolución mexicana, el marxismo y el socialismo europeo. Inicialmente partidario de la nacionalización de tierras e industrias, el anti-imperialismo y el respeto para los pueblos amerindios, era un movimiento con fuerte apoyo en las clases medias. Era también un movimiento claramente anti-comunista. En 1956 los apristas apoyaron la elección de Prado y a cambio Prado les permitió organizarse entre 1956 y 1962 (2).

A pesar de lo confusa, inconsistente y retorcida que hubiera sido la plataforma aprista, los funcionarios del gobierno de Kennedy se convencieron de que Haya podría cumplir con los objetivos de la Alianza para el Progreso, como Betancourt y Figueres. Haya había conocido e impresionado a los liberales americanos que profesaban anticomunismo y reforma social. El senador Hubert H. Humphrey (demócrata de Minnesota) llamó al partido de Haya "valioso representante de la izquierda democrática, no comunista". El embajador Loeb, que antes había presidido la organización liberal anticomunista Americans for Democratic Action, también tenía confianza en Haya. Este peruano parecía el modelo de reformador evolucionario de clase media, imaginado por los arquitectos de la Alianza para el Progreso. En febrero de 1962, El Secretario de Estado asistente Robert Woodward llamó al partido aprista "la más sólida fuerza anticomunista en el Perú". Su sucesor, el Secretario asistente Martin coincidía en que era "un agente de cambio inusual y efectivo pero firmemente anticomunista, el tipo de partido que queremos por toda Latinoamérica, pero raramente encontrado". Los informes de los funcionarios americanos en el Perú [field officers] que trabajaban con los militantes apristas en organizar grupos de estudiantes, sindicatos y campesinos estaban de acuerdo con este enfoque.

Los competidores de Haya eran Manuel Odría y Fernando Belaúnde. A pesar de las declaraciones públicas sobre trabajar con el ganador de las eleccines, el gobierno de Kennedy tenía reparos a los oponentes de Haya. Odría había sido un dictador [aunque apoyado militarmente y condecorado por los EEUU. p. 11] y Belaúnde rechazó repudiar a los comunistas peruanos que lo apoyaban. Por el contrario, la organización de Haya según los americanos era "el único partido político que había tomado una posición firme frente a los comunistas".

En la primera mitad de 1962, el gobierno americano trabajó duramente para que los/as peruanos/as aceptaran los resultados de la elección presidencial. En febrero y marzo, los militares peruanos del más alto rango le dijeron explícitamente al embajador americano Loeb que no prestarían servicio bajo un presidente aprista. Ellos no podían olvidar el pasado y detestaban a Haya. Loeb se hizo llamar a Washington por el Departamento de Estado para que él pudiera traer a Lima la visión personal del presidente americano. Kennedy autorizó a Loeb a informarles a los militares peruanos que los Estados Unidos "estaban comprometidos en el hemisferio, y ante los ojos de su propio pueblo [americano] y congreso, al apoyo de gobiernos no comunistas y constitucionales por todo el hemisferio". Más aún, el embajador Loeb podía advertirles que había discutido de estos asuntos con el presidente americano y que los Estados Unidos encontrarían "imposible" reconocer a un gobierno militar. Para asegurarse de que los militares peruanos comprendieran su posición, el gobierno americano envió a un militar americano en retiro, que había servido previamente en el Perú, a que hable a los hombres de uniforme. También le ordenó a la agencia de información americana (USIA) lanzar una campaña de propaganda en favor del constitucionalismo en el Perú. Al realizarse la elección, Kennedy le ordenó a Loeb a transmitirle a Prado su aprecio por su firme posición en favor del constitucionalismo. Dos días después, en una ceremonia pública en Washington en honor del presidente panameño, Kennedy brindó por la democracia peruana.

Las elecciones peruanas no dieron los resultados que esperaban los Estados Unidos, un claro mandato a favor de Haya de la Torre. Los apristas sacaron sólo 1% más que Belaúnde y 4% más que Odría. El congreso peruano tendría que elegir un presidente para fines de julio. Los partidos políticos negociaron de mediados de junio a mediados de julio, con los militares aparentemente de nuevo advirtiéndole a Haya que se hiciera a un costado. Lo sorprendente de la negociación fue que los apristas aceptaron apoyar a Odría como presidente y a un aprista como vicepresidente. Odría había perseguido a los apristas, y en particular a Haya de la Torre, que se refugió en la embajada colombiana. Ahora Odría presumiblemente respetaría los procesos constitucionales y apoyaría un programa de reformas. El gobierno de Kennedy observó esas maniobras con nerviosismo. Rechazó la sugerencia de Loeb de advertir públicamente que el gobierno americano no reconocería a "ningún gobierno impuesto por la fuerza". Pero el presidente Kennedy nuevamente agradeció a Prado por sus "galantes esfuerzos" y le ofreció considerar con simpatía y urgencia cualquier pedido de asistencia.

El 18 de julio de 1962 los militares peruanos usaron un tanque americano Sherman para tumbar las rejas de palacio de gobierno. Derrocaron así al presidente Prado, de 73 años de edad, y establecieron una junta militar de doce personas dirigidas por el general Pérez Godoy. El presidente Kennedy reaccionó con indignación condenando duramente el golpe, lo cual le significó ganar apoyo dentro de los Estados Unidos, pero un limitado apoyo afuera. Venezuela y Costa Rica aplaudieron a Kennedy y propusieron que la OEA condene el golpe en el Perú y los cambios ilegales de gobierno. Sin embargo, los más grandes países latinoamericanos, liderados por México, rechazaron las posiciones de Betancourt y Figueres; ellos apoyaban el principio de no intervención contenido en la carta de fundación de la OEA. La comunidad de negocios americana en el Perú también se oponía a la ruptura de relaciones entre los Estados Unidos y el Perú, pues eso pondría en peligro los 450 millones de dólares en inversión directa extranjera que tenían en el Perú. Las denuncias de Kennedy fracasaron también en despertar mucha reacción en el Perú. No hubo grandes huelgas ni manifestaciones de condena al golpe militar. Los funcionarios americanos tal vez juzgaron mal el ambiente político peruano, analizando la lucha entre los militares y Haya como una pelea entre reacción y reforma. El golpe podía ser visto como un episodio más en una enemistad sangrienta [blood feud] de tres décadas de duración.

El presidente Kennedy rápidamente se arrepintió por haberse identificado personalmente en la lucha política peruana. Se lamentó ante sus asesores por haber ido demasiado lejos y haberse expuesto como presidente. Observó también que "el poder es un factor importante" y que "uno tiene que trabajar con gobiernos con poder". Los Estados Unidos no podían ser percibidos como perdiendo prestigio e influencia en el hemisferio. El embajador americano ante la OEA DeLesseps Morrison señalaba que tales virajes [flip-flops] de política exterior eran humillantes y le hacían poco bien a los Estados Unidos. Despues de que los militares liberaran a Prado y le permitieran salir exiliado a París, el gobierno americano llegó a acuerdos con los militares peruanos. Les aceptó el compromiso de llamar a nuevas elecciones en junio de 1963, después de fracasar en obligarlos a que éstas sean en febrero o marzo de 1963. El gobierno americano les pidió firmeza ante la expansión del comunismo en el movimiento sindical peruano. A su vez el gobierno americano complació a los militares peruanos desestimando una moción venezolana de una reunión de la OEA sobre el constitucionalismo. El 17 de agosto de 1962, menos de un mes después del golpe, el gobierno americano reestableció las relaciones con el Perú y reabrió sus programas de ayuda económica. El gobierno americano también accedió a no enviar más a Lima al embajador Loeb, quien quedó popularmente identificado con los apristas, y envío como nuevo embajador a J. Wesley Jones, un diplomático de carrera. Para demostrar que de todas manera condenaba el golpe el gobierno de Kennedy retuvo la asistencia militar. Sin embargo, el gobierno de Kennedy también capituló en ese tema, cuando en octubre de 1962 ordenó la restitución de toda ayuda militar. Como fue explicado en un telegrama del Departamento de Estado, ante la crisis de los misiles en Cuba, los Estados Unidos "requerían solidaridad ante la amenaza cubano-soviética al hemisferio".

Los militares le transfirieron el poder a los civiles a mediados de 1963 cuando Belaúnde derrotó a Haya y Odría en otra reñida elección. Tal vez algunos peruanos, temiendo otro incidente entre los apristas y los militares, cambiaron su voto de Haya a Belaúnde. Tanto el gobierno americano como los militares peruanos mantuvieron su dignidad [saved face]. El primero se mantuvo en el principio del constitucionalismo y los segundos evitaron que sus enemigos llegaran al poder. Durante el gobierno de Belaúnde las relaciones entre el Perú y los Estados Unidos se avinagraron por las disputas sobre los derechos contractuales de la IPC y los derechos de las atuneras como Chicken of the Sea de pescar dentro de las 200 millas de mar territorial peruano. Belaúnde también resultó ineficaz para cumplir con los objetivos de la Alianza para el Progreso. De un millón de campesinos sin tierra o con pedazos minúsculos de tierra Belaúnde sólo benefició a 9 mil a través de un programa de reforma agraria. Una analista de inteligencia americano apuntó en un informe de mayo de 1963 titulado "Political Prospects of Peru" que "a menos que las fuerzas de la moderación sean capaces de traer un cambio ordenado, el liderazgo radical tendrá probablemente la oportunidad de poner a prueba sus métodos". El Presidente Kennedy no viviría para ver cómo el radicalismo intentaba tomar el poder en el Perú, pero siempre estuvo inquieto por el papel del Perú y de América Latina para el comunismo internacional. Antes de enviar al embajador Jones a Lima le recordó que América Latina era muy importante, pues Europa ya era segura y próspera, mientras que la región latinoamericana requería de sus mejores esfuerzos y atención.

Kennedy comprendió astutamente que había cometido un error táctico al confrontar directamente a los militares peruanos, para finalmente aceptar una situación no satisfactoria. El mensaje quedó claro: a menos de que se tratara del comunismo, los Estados Unidos no expondrían su prestigio para salvar a un régimen constitucional. En realidad, a fines de 1963 el coronel López Arellano dio un golpe de estado en Honduras. Después de diversas condenas americanas, el coronel dio señales de ser un buen anti-comunista, con lo que el gobierno americano acabó por aceptarlo.

Después de esta experiencia el gobierno americano, el 6 de octubre de 1963, definió su nueva política en una declaración del Secretario de Estado Martin: no se adheriría a la doctrina Betancourt, que llamaba al rechazo de todos los regímenes anticonstitucionales. El gobierno americano comprobaba que no podía cumplir con los objetivos de desarrollo de la Alianza para el Progreso en el marco de la democracia en todos los países de la región, pues la mayoría de países tenía "muy poca experiencia con los beneficios de la legitimidad política". Los Estados Unidos continuarían rechazando el derrocamiento de regímenes constitucionales, pero sólo usarían la fuerza contra "la intervención desde fuera del hemisferio por la conspiración comunista internacional". Los Estados Unidos habían aprendido que escapaba a su poder "crear una democracia efectiva" o "mantener a un hombre en el poder por el uso de la presión económica o incluso de la presión militar, cuando su propio pueblo no estaba dispuesto a defenderlo".

Esta declaración fue criticada por el asesor presidencial Arthur Schlesinger porque podía sonar paternalista y herir la sensibilidad de los latinoamericanos. Ante eso Kennedy reafirmó su apoyo al constitucionalismo, pero a través de publicaciones oficiales dejó claro que se trataba de un cambio en la política exterior americana. Por otro lado, otros asesores presidenciales sostenían que Martin sí quiso decir lo que escribió. Ted Sorensen, otro asesor de Kennedy, opinó en sus memorias que Kennedy había reconocido "que los militares frecuentemente representaban mayor competencia en la administración y más simpatía hacia los EEUU que cualquier otro grupo en el país".

Hasta aquí Rabe. Dejo el comentario para un próximo post.
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(1) Como Rabe cuenta en la págin 32, la visión con más apoyo en América Latina no era la peruana, de Prado, sino la de los presidentes Rómulo Betancourt de Venezuela y José Figueres de Costa Rica. Se trataba de reconocidos demócratas que sostenían que el viraje ocurrido en Cuba se debía a la propia política americana que había apoyado masiva y sistemáticamente a los más terribles dictadores de la región. En Punta del Este la delegación cubana representada por Ernesto Guevara planteó una posición que convenció a la mayoría de delegaciones latinoamericanas: el problema con Cuba no era hemisférico sino bilateral, entre los EEUU y Cuba; y Cuba no exportaría la revolución a la región aunque no podía evitar exportar su ejemplo. Irónicamente, esto último era precisamente el temor de los EEUU expresado en sus declaraciones públicas. Con tales garantías las delegaciones latinoamericanas, encabezadas por Brasil, desecharon la moción peruana que, apoyada por los EEUU, indirectamente llamaba a rechazar la revolución cubana.

Aquí Rabe refiere otra anécdota, que no tiene que ver directamente con el Perú mas sí con la relación Cuba-EEUU. Después de la última sesión en Punta del Este, Guevara intentó nuevamente un acercamiento diplomático a los EEUU. Se reunió informalmente por varias horas con el embajador americano Richard Goodwin en una recepción. Previamente Guevara le había enviado una caja hermosamente diseñada conteniendo los más finos cigarros de La Habana. Cuba dejaría de apoyar la actividad revolucionaria en otros países, prometía, si los Estados Unidos abandonaban sus intentos de derrocar al regimen cubano y suspendían el embargo. Goodwin informó a Kennedy de su reunión con Guevara, pero como era previsible nada sustantivo salió de la reunión Goodwin-Guevara. El gobierno americano estaba lanzando la Alianza para el Progreso precisamente para prevenir el avance del comunismo. Un acuerdo con Castro habría socavado el principal propósito de la Alianza. Al respecto, el único gesto tangible de Kennedy fue fumarse uno de los cigarros enviados por el Ché.

(2) Al respecto ver Caretas: Las Dos Caras de La Convivencia y Sucesos históricos: Prado Ugarteche y Haya de la Torre: "La Convivencia".



Ceremonia de recepción del presidente americano John F. Kennedy y Sra. al presidente peruano Manuel Prado Ugarteche y Sra. Nótese la bandera peruana y americana en la parte superior izquierda de la foto.

Manuel Prado era el campeón del proamericanismo en la región latinoamericana. Este oligarca fue un sólido aliado de los EEUU, con un gobierno más papista que el papa, encabezando la política exterior anticastrista. Fue también este gobierno el de la "convivencia", cuando Haya de la Torre logró la legalidad del Partido Aprista en el Perú al precio de abandonar las banderas de cambio social y apoyar decididamente al gobierno de la oligarquía.






Haya de la Torre, el candidato de la embajada americana en 1962. El apoyo del embajador americano, James Loeb Jr., fue explícito, abierto, desembozado. Haya de la Torre había logrado la legalidad del Partido Aprista y fue percibido por la embajada como el político centrista y anticomunista que el Perú necesitaba para llevar a cabo la Alianza para el Progreso. Sin embargo, los militares peruanos, que no fueron parte de la negociación de la "convivencia", tenían una idea muy diferente de lo que necesitaba el Perú.





Portada de Time del 12 de marzo de 1965.

Belaúnde no era el candidato de la embajada. Sin embargo, después del golpe de estado, y posteriormente de las elecciones, los americanos entendieron que era un presidente amigo y le brindaron su apoyo. Sin embargo, Belaúnde fue ineficaz en cumplir con el programa de la Alianza para el Progreso.

Imágenes tomadas de aquí, aquí y aquí.

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12 set. 2008

1966: "¿Son los indios personas?" Por Silvio Rendon

Continuando con los posts de reflexión después de cuarenta años del golpe de Velasco Alvarado (Gunther: la propiedad extranjera, Kennedy: la revolución, Ortiz: la embajada que se entera y no hace nada) va lo que nos contaba John Gunther en 1966, en otro libro en que hablaba sobre el Perú, "Inside South America".

Entonces contaba sus impresiones sobre Fernando Belaúnde y su proyecto de la marginal de la selva. Algunos detalles interesantes desde un punto de vista del presente son las siguientes apreciaciones y hechos narrados por Gunther:

1. El embajador americano en el Perú James I. Loeb tomó partido en la campaña electoral de 1962 a favor del Apra ["a fervent pro-Aprista line"].

2. El ejército tiene marcadas tendencias "nasseristas-neutralistas" y podrían derrocar a Belaúnde en cualquier momento que quisiera, pero no es probable que hagan eso en el curso normal de los acontecimientos.

3. Haya de la Torre se ha derechizado y convertido en un "reaccionario confundido" [confused reactionary]. Sin embargo, Haya creó el primer movimiento genuinamente popular de la Sudamérica contemporánea y no será olvidado fácilmente.

4. Una subsección sobre el Perú se titula "Are Indian people?" [¿Son los indios personas?]. En ella describe sus condiciones miserables de vida, su total falta de participación política, nula educación, vida al margen de la economía monetaria.

Comenta sobre las relaciones arcaicas entre amos blancos [white masters] e indios: cerca de Puno encontraron a nueve campesions envenados. Los anuncios de las autoridades locales decían que habían muerto de un "ataque cardiaco colectivo".

Cuando Gunther en Lima inocentemente hablaba de temas raciales y sobre todo cuando se refería a la raza de su interlocutor la gente le reaccionaba con irritación, reacia admitir su herencia india, a pesar de que los indios representaban dos quintos de la población. Le decían que usara palabras como "pobre" o "subdearrollado", no "indio". Un miembro del gabinete, que obviamente tenía sangre india, se exasperó cón el:
"¿Cómo puede alguien decir con justicia que los indios están excluídos de nuestra sociedad? Venga conmigo al senado. ¡Verá usted que dos tercios de sus miembros son de descendiencia india!".
Pero cuando Gunther preguntaba sobre si se había hecho suficiente por la población india en los últimos veinticinco años, le reconocían que no. Curiosamente, prosigue Gunther, los dos hombres que más han hablado de "indianización", Haya de la Torre y Fernando Belaúnde, son los dos los más blancos de los blancos.

5. En 1966 Gunther repite lo que manifestó en 1941, que el Perú era un primer ejemplo en Sudamérica de lo que era una economía colonial. Al mismo tiempo era una economía dinámica, que creció 29% entre 1960 y 1964 con nuevas industrias y una gran entrada de empresas. Pero bajo la misma estructura de propiedad extranjera.

Continuará...

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5 jun. 2008

Fernando Belaúnde y el bombardeo a los nativos mayoruna Por Silvio Rendon



Mayoruna

Durante el primer gobierno de Belaúnde los nativos Mayoruna fueron bombardeados y ametrallados por la Fuerza Aérea del Perú:
El presidente Belaúnde ordenó personalmente a la Fuerza Aérea del Perú bombardear y ametrallar las aldeas de tres de los cuatro clanes de los indígenas mayoruna (matsés) del río Yaquerana. (...) El bombardeo de los indefensos hombres, mujeres y niños matsés fue presentado por la prensa nacional como una acto de heroismo de los pilotos de la fuerza aérea peruana luchando contra los brutales salvajes que se oponían al progreso del país. La verdad detrás la propaganda de los medios era que los indígenas mayoruna estaban en el camino de algunas pocas compañías madereras nacionales y transnacionales (Traducción: SR)
Esto lo cuenta Stefano Varese en “Witness to Sovereignty: Revisiting the Latin American Indigenous Peoples’ Ethnopolitical Movement” (un fragmento en pdf aquí) (pase de taquito de FR):

President Belaúnde had personally ordered the Peruvian Air Force to bomb and machinegun the villages of three of the four clans of Mayoruna (Matsés) Indians of the Yaquerana river. The fourth clan at that time was living across the border in Brazilian territory. The bombing of defenseless Matsés men, women and children was presented by the national press as an act of heroism of Peruvian airforce pilots fighting against brutal savages that were opposing the progress of the country. The truth behind the media propaganda was that the Mayoruna Indians were in the way of a few national and transnational timber companies. In 1970 my wife Linda Ayre and I traveled to the Mayoruna territory and interviewed the survivors of the bombing. An older woman who could speak some Spanish told us the details of the attack by the Peruvian Air Force. The Mayoruna people had developed survival techniques that included teaching dogs not to bark when ordered to, cultivate small chacras (polyculture plots) in different hidden spots of the rain forest, and establish shorter periods of itinerant horticulture in order to avoid to be detected by Peruvian mestizos . The older women could afford to be ironic in telling us that most of the bombs of fragmentation were exploding in the canopy of the forest and not on the ground. In my short research I could determine, contrary to the opinion of the evangelical missionaries of the Summer Institute of Linguistics who were attempting to christianize them, that the Matsés-Mayoruna were not an isolated group of non-contacted Indians, but rather an indigenous group that had escaped from Spanish colonial oppression and sought refuge in the depth of the eastern Amazon region of Peru in the 17th century by traveling more than 800 kilometers from their original territory in the lower Huallaga river. My denounce did not even deserve an answer or an explanation from President Belaúnde’s government nor did the Matsés-Mayoruna received ever an official apology.

(...)
On October 9, the military revolution expropriated and nationalized the oil fields, equipment, and installations of the International Petroleum Company, a subsidiary of Standard Oil of New Jersey. Some time later it became public knowledge that the IPC had helped the Peruvian Air Force to develop a type of Napalm bomb that was used against the Matsés-Mayoruna and the socialist guerrilla insurgency of the National Liberation Army (ELN) and the Movement of the Revolutionary Left (MIR).

Pero bueno, el autor de "La conquista del Perú por los peruanos", Fernando Belaúnde, es un patricio de la democracia peruana, no importa cuánta gente fuera masacrada en su primer gobierno, y no sólo en la selva. Volvió a gobernar por el voto popular, y en su segundo gobierno hubo más masacres, que no evitaron que siguiera siendo un patricio de la democracia peruana. No parece que será el único...

En la actualidad las cosas no han cambiado mucho. Continúan los enfrentamientos sangrientos entre madederos y nativos. Ver:
Amenaza de genocidio en Loreto
José Álvarez Alonso Semanario Kanatari - Iquitos julio 2004
Y son los nativos los que se siguen llevando la peor parte....

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